Julio Espinoza
Julio Espinoza / Foto: El Tiempo

Una de las matrices productivas del país que debe recibir estímulo e incentivos reales, para constituirse en uno de los puntales económicos, es la agricultura, noble y ancestral actividad del hombre vinculada a la tierra, al uso del agua y al aprovechamiento de otros recursos. A la agricultura se unen la ganadería y otras tareas encaminadas a producir alimentos destinados a millones de ecuatorianos  y a miles de millones de personas en el mundo. En naciones suramericanas, como  Uruguay, Chile y Argentina, la agricultura y la ganadería son áreas privilegiadas. La exportación, luego de satisfacer el consumo interno, constituye el puntal económico de ellas.

En  provincias de la Sierra y algunas del Litoral, las agotadoras jornadas del campo son marginales, sin incentivos… Los agricultores pequeños y medianos, vistos despectivamente a veces, con apoyo del sector privado se mantienen activos frente al estiaje, las torrenciales lluvias e inundaciones. Sin un subsidio estatal a quienes se dedican a la agricultura, esta actividad  no se fortalecerá  ni menos se incorporará a la ponderada matriz productiva. Hasta hace poco, los centros agrícolas  y las cámaras de Agricultura constituían una voz  escuchada por el respectivo Ministerio y  el Estado, con el fin de recabar apoyo. Ahora, con más de 30 ministerios y una frondosa burocracia, a los  hombres del campo se les torna difícil saber quién es el Ministro de Agricultura, Pesca y algo más… Tienen referencias de que es un hombre de letras, pero que poco conoce de las agotadoras jornadas del campo, del auxilio económico oportuno, del ganado que retoza en busca del mejor pasto, de semillas y siembras, cosechas y silos, sequías y heladas, lluvias torrenciales e inundaciones. A este paso es difícil, si no imposible, que la agricultura y sus actividades conexas tengan cabida en la pregonada matriz productiva. En Azuay y otras comarcas de la región, la agricultura es una labor marginada, sin incentivos. El abandono del campo, debido a la ausencia de estímulo gubernamental y a la migración, es evidente. En las fértiles tierras del valle de Yunguilla, de Girón, San Fernando y Nabón, por ejemplo, no hay áreas cultivadas, priman la sequía y la erosión. Y para tornar más sombrío el panorama agrícola en Azuay, se unen el estiaje, los incendios forestales y la contaminación de sus ríos. El Tarqui y el Machángara fueron teñidos de azul y rojo. ¿Así cambiará la matriz productiva? (O)

FUENTE: EL TIEMPO
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