Dr. Hugo Lucero L.
Por: Dr. Hugo Lucero L.

El 22 de marzo es el día dedicado al agua, fecha propuesta por las Naciones Unidas en el año 1992, como un espacio de reflexión para cuidar en el planeta este líquido, básico para la supervivencia humana. El 70% de la superficie terrestre es agua y el 70% del ser humano está compuesto por agua, pero lo real es que una mínima cantidad de agua es dulce, aquella que sirve para el aprovechamiento en general, y solo el 3% es agua potable válida para el consumo humano.

Lo incomprensible, admirable y paradójico es que el mismo ser humano se ha convertido en enemigo del agua y por ende en su devastador. Situaciones como la contaminación ambiental, el calentamiento global, la deforestación, la minería irresponsable y otras acciones negativas, conllevan a que el agua para consumo y aprovechamiento sea cada vez menor, confirmando la  sentencia de que “el hombre es el mismo enemigo del hombre”

En lo local, debemos hacer una reflexión, cuanto más al estar involucrados como territorio minero. Conociendo que toda actividad humana genera en más o menos contaminación ambiental, y estando ante una propuesta minera de explotación en humedales, debemos tomar partida reclamando por la actitud “pasiva” de los entes correspondiente, al no dar paso a las 2 consultas planteadas sobre: “el agua y la actividad minera en Girón”, la una en contra de la minería y la otra en su favor, que bien hubiera podido de una vez por todas llegar a una decisión en favor de Girón, respetado el derecho a ser consultados y por ende aceptando los criterios e intereses de la población. Estamos en un compás de espera ante las elecciones, pero sea cual fuera el resultado, debemos exigir y estar atentos a un pronunciamiento definitivo en bien de los intereses de las mayorías en función de la no contaminación del agua. Este “conflicto” no debió ni debe convertirse en un tema meramente político, sino en un espacio de derechos y dentro de ellos el derecho de vivir en un ambiente sano y saludable, sin comprometer el futuro de las nuevas generaciones.

Decir finalmente que, hagamos conciencia  de lo que vamos a dejar a nuestro hijos y más descendientes: un territorio  contaminado e invivible, o uno en donde se de una coexistencia pacífica y armoniosa de hombres y mujeres con la naturaleza, en donde el agua sea en verdad como algunos preconizan “el principio y el fin de la vida”.

Por: Hugo Lucero Luzuriaga.

 

 

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