El carnaval, proveniente del latín carnem levare (quitar carne), se produce justamente durante los tres días anteriores a la abstinencia por la fiesta católica de la Cuaresma, con fecha variable entre febrero y marzo, según el año.

Para varios historiadores, los orígenes de esta festividad se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5.000 años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevada a América por los navegantes españoles y portugueses a partir del siglo XV.

Asociado principalmente con los países de tradición católica, varía, y el nuestro no es la excepción con regocijos populares en los que predominan los bailes, comparsas, espuma, talco, pintura y recipientes llenos de agua que es arrojada a los transeúntes o entre quienes con desenfrenada alegría comparten esta costumbre.

De las festividades de la zona andina, el lugar más conocido es la ciudad de Guaranda, capital de la provincia de Bolívar, adonde llegan turista locales y extranjeros.

Una celebración diferente es la que se lleva a cabo en Ambato y se denomina Fiesta de la Fruta y de las Flores, en la que predominan las comparsas culturales, carros alegóricos decorados con flores y frutas de la región.

En la Costa, además del agua, la espuma y globos, a la celebración también se unen los festejos culturales de la zona como en Esmeraldas, donde se realizan festivales internacionales de culturas afroamericanas en lugares como la Calle 8 y el balneario Las Palmas. Esta fiesta tiene muy buena acogida por toda la población, tanto es así que en cada una de las ciudades se ofrecen hermosos y culturales espectáculos.

Historia del Carnaval en Ecuador

 

El historiador Rodolfo Pérez Pimentel habla de que hay registros sobre esta celebración en periódicos de la época de 1860. “Mientras en Guayaquil la gente acostumbraba a mojar con agua, en la Sierra se jugaba con harina”, puntualiza Pérez. Alrededor de 1900 a 1940, cuenta, las cocineras acostumbraban a agujerear los cascarones de los huevos para guardarlos hasta el carnaval y así rellenarlos con colonia o agua coloreada y sellarlos con cera, estos luego eran arrojados en medio de la celebración.

“Los caballeros ‘asaltaban’ las casas de las damas y les lanzaban los cascarones; ellas, a su vez, les tiraban agua en recipientes, al final todos mojados armaban fiesta en las casas o comilona”, relata. Otra costumbre entre las clases sociales bajas era la Fiesta del arroz quebrado, denominada así porque luego de los juegos y la elección de la reina del carnaval se servía aguado preparado con el arroz de grano partido.

En la Sierra, las celebraciones incluso empezaban un mes antes, pero fue a partir de la dictadura de Ramón Castro Jijón (1963) que se optó por modificar esta costumbre adoptando los carnavales de misa con desfile de carros alegóricos y en lugar de agua se lanzaban flores, práctica que luego se trasladó a Guayaquil.

En la región andina también se lo vincula con la fiesta indígena de fin de año solar o Paucar Huatay, (Pawkar …) una de las cuatro más grandes del año ligada a las prácticas agrícolas, al trabajo cooperativo, la relación con la tierra y la religiosidad expresada con estos elementos. El carnaval de los mestizos, en cambio, termina con el inicio de la Cuaresma. En la urbe actualmente existe una devoción al Niño Jesús y las misas se multiplican en la víspera del carnaval, por ello se afianza el llamado priostazgo, además se conservan el canto de las coplas y el juego con polvo y agua. (I)

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