Son varios años, que se mantiene la costumbre en el viernes santo, de trasladar una cruz de gran tamaño hacia una elevación en alguna comunidad cercana y plantarla allí como señal de penitencia, esfuerzo conjunto, y recordar la muerte de Jesús, quien, según la fe cristiana murió por la humanidad y su salvación.

En este año el lugar escogido fue por el camino hacia el Chorro en el sitio conocido como Curiloma; cientos de fieles levantaron el pesado madero de 14 por seis metros, y recorrieron los aproximadamente cuatro kilómetros de cuesta bajo un intenso sol, mientras se rezaban las estaciones en altares preparados en el camino.

La peregrinación inició a las nueve de la mañana desde el atrio de la iglesia, tomó la calle Antonio Flor hasta llegar a la García Moreno y prosiguió el camino hacia el parador turístico El Chorro, todo el trayecto contó con la custodia de socorristas del cuerpo de bomberos, cruz roja y la policía nacional.

Según personas que año a año acuden a este acto de fe, la cruz fue demasiada pesada y se tornó difícil cumplir el acometido; para llegar al sitio escogido, a más de cárgala, se debió halar con cuerda. El esfuerzo fue máximo para plantarla y sólo se la pudo colocar a las seis de tarde con el esfuerzo de pocas personas.

El vía crucis hacia El Chorro

Fotos: Jacob Peralta

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