Por: Lcdo. Ángel Guazha
Por: Lcdo. Ángel Guazha

Nos orgullecemos pensando que el hombre es el ser más especial de entre cuantos habitamos sobre la faz del planeta Tierra. Esta es una idea equivocada. Y, quizá ni siquiera somos los dueños y señores del planeta, porque de ser así  lo cuidáramos como el mejor de los bienes patrimoniales que lo tenemos a nuestra entera disposición. La verdad es que  a nuestra tierra y su entorno lo consideramos como una simple huerta plantada para nuestro provecho  y con el mayor de los descuidos, o como un terreno menospreciado en donde es lanzado a diestra y siniestra toda clase de desperdicios. Esperemos no pagar demasiado caro por este grave error.

Somos los animales más inteligentes y los únicos dotados de conciencia, y hemos llegado tan lejos en conocimientos en los más diversos campos del saber, pero en lo que concierne al conocimiento del cuidado de nuestro planeta nos falta mucho por aprender, o quizá sea verdad lo que afirman muchos expertos que  “nuestro punto  flaco no es la falta de conocimiento sino la inacción.

Las extraordinarias hormigas, solo por poner uno de tantos casos, viven  en armonía, formando colonias;  y cuando salen a buscar alimento lo hacen en pelotones, conscientes siempre de las fronteras  y sus limitaciones; se ponen a la defensiva al encontrar seres extraños y peligrosos.

Podrá decirse que esta conducta es automática, que las hormigas son pequeñas máquinas dotadas de códigos conductuales y nada más; pero también puede evidenciarse en ello una conducta cuidadosamente razonada gracias a un diminuto cerebro capaz de dar origen  a uno o dos pensamientos muy pequeños, y nada más.

Nuestro cerebro, en cambio,  es enorme y continuamente produce innumerables  cantidades de pensamiento. Y ello, a pesar de que el común de los mortales hace funcionar solo el 10 %, pues entonces, ¿qué sería  si fuéramos capaces de hacer funcionar más de esta décima parte?…

En resumen, podemos y debemos cambiar de mentalidad, desterrar nuestros  errores  si queremos  al menos limitar tantos desastres naturales que estamos observando y sintiendo por todo el mundo. Urge pensar juntos, mirar todos en la misma dirección. Debemos valorar, conservar y amar nuestro planeta, que  bien se podría hablar de NUESTRA PROPIA CASA.  NO LA DESTRUYAMOS.

En síntesis,  la solución del problema está en la mente y en las manos de todos, desde el más modesto ciudadano hasta la más grande autoridad, a sabiendas que las soluciones  que se están dando no solucionan en nada o casi nada.  ¿QUÉ  VAMOS A HACER?…

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