Culturas de las provincias de Azuay, Cañar, Morona Santiago, Loja, Chimborazo y Zamora Chinchipe ayer se juntaron en Cuenca para celebrar el Killa Raymi o Fiesta de la Luna. Desfilaron por la avenida Fray Vicente Solano.

Estuvieron representantes de pueblos y nacionalidades como la Cañari, de Azuay y Cañar; Saraguro, de Loja; Puruháes y Duchicelas, de Chimborazo; Macabeos, de Morona Santiago; y Shuar, de Zamora Chinchipe.

Con esta fiesta multicolor, que terminó en el parque De la Madre, rindieron tributo a la fertilidad de la pacha mama o madre tierra y a la su fecundidad. Esta conmemoración consta en el calendario andino.

Fue la primera vez que se hizo un desfile por esta festividad en Cuenca y la organizó la Prefectura del Azuay, el Ministerio de Cultura y Patrimonio, y la Federación de Organizaciones Indígenas y Campesinas del Azuay (FOA).

Para Gilberto Guallpa, del pueblo Cañari, la yunta, que también fue parte de la caminata, representa la unión y el esfuerzo para labrar la tierra, que luego será sembrada y finalmente rendirá sus frutos.

En cambio para Dennis y Estefanía Vargas, Luis Ashanka y Miguel Tzamarenda, de Pastaza, de la comuna Amarun Samana Wasi, la danza, con la se presentaron en este desfile, significa agradecimiento.

Carmela Tene, de la nacionalidad Saraguro, asimismo llegó con su anaco, pollera, sombrero y joyas, la mayoría de plata. Llevaba un collar wallka o tendido, que es tejido de múltiples colores.

“Somos de la nacionalidad indígena Kichwa y venimos a agradecer a la tierra, a ofrecerle nuestro esfuerzo, nuestra unión como pueblos indígenas, porque siempre les decimos a nuestros hijos que hay que tener gratitud a la tierra…”, contó.

“De lo que hagamos hoy va a depender los próximos días, si hoy somos generosos con los alimentos, alegrías y sentimientos, la mama killa nos dará también con generosidad buenas cosechas…”, dijo Yaku Pérez, prefecto de Azuay.

Y agregó: “hoy es el día de las mujeres en realidad porque la luna simboliza la feminidad, la fecundidad, toda esa potente matriz de donde provenimos, de donde venimos y hacia donde vamos…”, detalló.

Pérez explicó que dentro de la cultura cañari hay gran diversidad y se identifican por ejemplo por los sombreros: los que tienen orificios son de las parroquias Sinincay y Octavio Cordero.

Los que tienen las faldas cortas son de Cumbe, los de faldas largas del cantón Girón, y algo similar ocurre con las polleras, por medio de las que se puede distinguir a los tarquis, cumbis, sayausids, irquis y molleturos.

“Son pueblos que tenían sus propias formas que hacían la diversidad, pero todos cubijados bajo esa potente nacionalidad cañari, que se extendía desde Riobamba hasta Machala, y desde el Pacífico hasta la Amazonía…”, relató.

A decir del prefecto esta fiesta, en el equinoccio de invierto, no pertenece solamente a los cañaris sino a toda la región andina e incluso mundial, porque en cambio a nivel de occidente y otras partes se celebran los solsticios y equinoccios.

“En cambio nosotros estamos formando parte de los cuatro raymis y uno de los raymis potentes es este, el killa raymi, que también se han preparado con mucha fuerte por ejemplo en el norte del país…”, recordó.

Los cañaris destacan la fecundidad y feminidad porque eran sociedades matriarcales, pertenecían a la dinastía lunar y por eso hay el calendario lunisolar cuyo año está compuesto de 13 meses divididos en 28 días.

A partir de esto igualmente se identifica a la luna tierna, menguante, creciente y llena. Por ejemplo cuando hay la primera no se debe sembrar, cosechar, trasquilar la lana de los borregos ni cortar la madera.

De esta forma la luna era la señal más potente para los agricultores, quienes a la vez tenían conocimientos astronómicos, así como los pescadores tienen que saber como están las mareas para ver su influencia en los mares y océanos.

Como parte de la jornada de ayer en el parque De La Madre se cumplió una feria de encuentro cosmovivencial, además se desarrolló una ceremonia ancestral. Hubo también música, danza y gastronomía.

Estos festejos coinciden con el fin de la preparación de suelos para el inicio de los cultivos, principalmente, del maíz, grano símbolo de la vida en la cosmovisión andina y alimento básico en la actualidad de las comunidades.

Fuente: El Mercurio

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