Julio Alfredo Jaramillo Laurido, el ruiseñor de América
Nació en Guayaquil el 1 de octubre de 1.935 en la Clínica Panchana. El parto fue atendido por el Dr. Liborio Panchana y el niño fue bautizado con los nombres de Julio Alfredo Jaramillo Laurido. Hijo legítimo de Juan Pantaleón Jaramillo Erazo, nacido en Machachi provincia del Pichincha al rededor de l.902, que para huir de la pobreza existente en la sierra arribó a Guayaquil a finales de los años veinte en compañía de su hermano Damian. Para sobrevivir trabajó en diferentes oficios, fue sastre y el 14 de febrero de l.932 casó con Apolonia Laurido Cáceres hija de un obrero jamaicano traído por Harcher Harman para la construcción del ferrocarril y vivieron en un pequeño departamento alquilado en Gómez Rendón y Villavicencio. Viuda, doña Apolonia, tuvo una hija de un segundo compromiso.
Juan Pantaleón se especializó como obrero marmolista en la fábrica de un ciudadano italiano y murió a causa de un accidente de trabajo ocurrido el 2 de abril de l.941 mientras fabricaba una cruz de marmolina para la tumba de su hijita recién fallecida, cuando al sacarla del molde sufrió un resbalón y la pesada cruz le golpeó en el vientre y desgarró un brazo. Llevado de urgencia al Hospital no pudo soportar la aguda hemorragia interna y le sobrevino un paro cardiaco.
Sus dos hijos: Pepe el mayor, nacido el 15 de diciembre de l.933 y Julio el menor, no solo quedaron huérfanos sino también en el mayor desamparo pues la madre, aunque había cantado de chica a dúo con su madre y en los coros de las escuelas religiosas donde aprendió las primeras letras, solo era una ama de casa, pero sacó fuerzas para ganarse la vida; primero vendió chiclets, colas y sandwiches frente a la Piscina Olímpica donde se había cambiado, después fue enfermera veladora nocturna en la Clínica Edmundo Vera y consiguió trabajar de día en los Laboratorios ECU. por lo cual casi no tenía tiempo para dormir, finalmente fue enfermera del Hospital de Aislamiento ( Alejandro Mann).
Julio siempre había sido un niño delicado y sufrió de bronconeumonía, tuvo principio de parálisis infantil, le sobrevino la difteria, una disentería amebiana y hasta fiebre tifoidea pero siempre le atendió el Dr. Francisco de Ycaza Bustamante, pediatra especializado, que no le cobraba a su madre en el Hospital de Aislamiento donde ella trabajaba, porque había sido su padrino de matrimonio. De todo eso le quedó un asma inveterada que no le abandonó nunca.
Pepe y Julio estudiaron en la escuela de artes y oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas pero Julio solo llegó al tercer curso porque faltaba a clases y era considerado un niño problema. Ya vivían en un chalet de madera y caña en el barrio de Brasil y Coronel donde también habitaba un músico llamado Ignacio Toapanta, que además era fabricante de guitarras, a cuyo departamento de soltero concurría diariamente un grupo de muchachos con el ánimo de aprender a tocar dicho instrumento. Allí se iniciaron los hermanos Jaramillo y descubrieron que ellos también podían rasgar guitarras y cantar bonito. Su madre se oponía a que fueran cantantes y cuando los escuchaba les daba duro en la boca.
En 1943 se cambiaron a Guaranda y Manabí. Doña Apolonia matriculó a Julio en la escuelita fiscal “Francisco García Avilés” ubicada por los contornos, cuyo director era el maestro Lauro Dávila, comprometido con los músicos por ser el autor de numerosas letras utilizadas en canciones muy populares. Pepe comenzó a asistir al Programa Tribuna Libre del Arte en Radio Ortiz y a otro de carácter infantil que se pasaba semanalmente en Radio América. En el primero conoció al locutor Carlos Armando Romero Rodas. De estas andanzas nada sabía doña Apolonia pues sus dos trabajos le restaban muy poco tiempo para el hogar y los chicos andaban – como se dice – sueltos.
El 44, cuando solamente tenía nueve años de edad, acostumbraba vagar por las calles aledañas a su domicilio y los Carabineros del Cuartel vecino lo quisieron llevar preso por contravenir al toque de queda decretado para las nueve de la noche por la proximidad de la campaña electoral y tuvo su madre que salir a defenderlo, haciéndole entrar a la casa a empellones, donde comprobó que del susto se había orinado los pantalones. Al finalizar la primaria su madre quizo llevarlo al Colegio Mercantil para que siguiera la carrera de Contador, pero no hubo forma de convencerlo.
El 29 de Mayo, mientras su madre ayudaba como enfermera a curar a los heridos en la Cruz Roja, Pepe y Julio visitaron las ruinas calcinadas del Cuartel de los Carabineros y pudieron observar a los muertos que estaban tendidos en las calles y en el patio interior. La impresión recibida les duraría mucho tiempo.
El 47 comenzó a trabajar de ayudante de albañil en una construcción, después trabajó en la zapatería de calzado fino para mujeres del maestro Arteaga cuyo taller estaba justo al frente de su casa, donde demostró buenas aptitudes para ese oficio, se peleó con un compañero y pasó a la zapatería del maestro Manuel Zúñiga en Ayacucho y Chimborazo pero se cansó pronto y se hizo charolador de muebles en el taller del maestro Luis Espinosa, también cerca de su casa. Prefería las mujeres a los deportes y los fines de semana, en lugar de jugar a la pelota, sus amigos le veían vacilando chiquillas, haciéndoles guardia en sus domicilios, piropeándolas al pasar.
En l.950 su hermano Pepe integraba el Dúo Guayaquil con un guitarrista de apellido Díaz. Julio era asiduo concurrente a los programas musicales de Radio América. Estaba gordito, vestía overoles azules y se hacía querer de todos por su natural simpatía. Todavía no recalaba en la cantina de la Mamita, Rosario Castro Arteaga, en Machala entre Luque y Aguirre, sitio de artistas populares que interpretaban pasillos y boleros y hasta de algunos ricachones.
Con Pepe empezó a tomar clases de música en casa del compositor Carlos Rubira Infante y ensayó la canción “Jilguerito tráeme besos.” Ya era conocido en las radios por su hermosa y cálida voz de gorrión doméstico que narraba historias de amor y de desamor y hasta se hizo noctámbulo porque recién comenzaba a vivir a partir de las doce de la noche. Los músicos de la Lagartera de la calle Santa Elena entre Aguirre y Ballén, de tanto verle entre ellos terminaron por aceptarlo como uno más del gremio. Palizas, amenazas, ruegos y lágrimas de su madre no le conmovían, de manera que en cierta ocasión trabajó como cantante en el cabaret Puerto Rico, antro de perdición barata que quedaba en Boyacá y Piedrahita, zona conocida como peligrosísima por la cantidad de maleantes que la circundaban. Allí mantuvo amores con una prostituta y por defenderla se trompeó con el dueño de otro lenocinio que funcionaba en los bajos, de manera que tuvo que alejarse del sitio y volver a la lagartera de donde había salido.
Entonces se unió a tres amigos de su edad Holguer (peluquín) Jara, Raúl Espinosa y Luis Alarcón y se fueron a rodar por los pueblos de Manabí y Esmeraldas cantando en trío, permaneciendo por algún tiempo dando tumbos y tuvo que emplearse de zapatero para poder comer hasta que Julio Morante les arregló sus documentos a Colombia y actuaron en Pasto y en Popayán con éxito incierto.
De regreso alguien le presentó una tarde en el programa de aficionados “Descubriendo Estrellas” que dirigía Julio Morante en la Radio El Triunfo, ubicada en Rumichaca entre Colón y Alcedo, donde consiguió como primer anunciante a los “Zapatos Rapidol” empresa de los hermanos Saltos Domínguez. Después lo hizo en otro similar de la Radio Cóndor que dirigía Gonzalo Heredia, donde los ochenta o cien asistentes pagaban cuatro sucres cada uno, que los propietarios y los artistas se repartían por partes iguales. Allí conoció al requintista Rosalino Quintero, maestro de la guitarra, que tanto benefició sus comienzos de cantante con el acompañamiento sin igual de su instrumento mágico.
El incidente ha sido magistralmente narrado por Jorge Velasco Mackenzie en su novela “El rincón de los justos” a través de “El Cuento de Erasmo” y dice así refiriéndose a J.J. – Fuiste el zambo infiel de codo alzado, el plato lleno para los muertos de hambre, los que a tu muerte te cafetearon largo, te dieron vueltas y vueltas en el Coliseo Cerrado donde te velaron, Como tu, que de oficio de albañil te volviste pasillero, primero cantando encima de los sacos de cemento, entre montones de arena y piedra fina, después tu eras la radio; por eso le tirabas esquina a la Blanca Rosa, te ibas nomás de frente hacia su ventana y colgabas de las rejas. Fue a ella a quien dedicaste el primer número de tu presentación en la radio Cóndor, cuando dijiste con voz de tiple: este pasillo va dedicado a la mujer de iniciales B.R., entonces todo el mundo aplaudió porque creyeron que se trataba de su madre, la pobre vieja que ahora ni una casa tiene. Todo eso pasó cuando Armando Romero Rodas no tenía Radio Cristal, la del balcón del pueblo, ni había en el aire la hora tuya…
El 5l, de solo l6 años, anduvo con una mujer que había sido amante de un policía y cuando éste los encontró juntos, no disparó por considerar muy joven al amante furtivo. El 52 fue contratado por el dirigente cefepista Luis Orellana Erazo, para grabar con el compositor y guitarrista Abilio Bermúdez, la marcha política “Nuestro Líder”, original de Ruperto Romero Carrión, en homenaje al Capitán del Pueblo ecuatoriano, Dr. Carlos Guevara Moreno. La marcha fue interpretada con el trío Los Soberanos compuesto por Pedro Chinga, Alfredo Lamar y Abilio Bermúdez y cada participante recibió trescientos sucres por su trabajo en la grabación. Ese año mantuvo un compromiso con Blanca Pozo, mayor que él, en quien tuvo dos hijos y con una chica llamada Irene a quien tenía de día ayudando en las labores en casa de Doña Apolonia y de noche se iban a dormir a un cuarto aparte alquilado en el vecindario. El hijito que tuvieron murió de escasos ocho meses a consecuencia de una apendicitis mal diagnosticada.
De esta época son sus primeras canciones que le dieron una cierta notoriedad “Playita Mía” y “Carnaval de la Vida” que rivalizaban en las rokolas con “Palmeras” y con “Conchas y Corales” de otros cantantes; pero el dinero que ganaba se le hacía agua en las manos pues no creía en el ahorro ni en la inversión. Todo lo gastaba en tonterías o lo regalaba a sus amigotes de bebezonas en las cantinas.
“La vida es así, hay que vivirla, porque cualquier rato se acaba”,
aunque detrás de esta filosofía se escondía el macho egoísta y fanfarrón, bueno en esencia aunque en la práctica actuaba como un vicioso y perverso egoísta.
El compositor Carlos Rubira Infante grabó a dúo con Julio su composición “Esposa”. Este había mantenido su nombradía con el yaraví “Pobre mi madre querida” original de Alberto Guillén y el pasillo “Mi corazón”de Gonzalo Vera Santos. La popular Fresia Saavedra le llamaba “barrigache”por lo gordito, cuando cantaban juntos, siendo él muy respetuoso con ella, a quien solo mencionaba como “mi señora.”
Ese año 52 cobró mayor notoriedad cantando boleros con el acompañamiento del guitarrista Abilio Bermúdez en los intermedios de las tres funciones que diariamente se pasaban en el popular cine Guayas, más tarde lo haría solamente con Rosalino Quintero en los intermedios de las nocturnas de los Jueves, Viernes y Sábado y siempre con llenos completos y tanto que el propietario les contrató inclusive para los domingos, donde se reforzaban con los guitarristas Sergio Bedoya, el chino Ruiz y el bongoncero Luis (cara de haba) Alarcón; pero no todo le salía bien, pues una chica quinceañera se empeñó en acosarle – asistía a todas sus funciones – hasta que Julio terminó por violarla una tarde, detrás del escenario. A las pocas semanas la chica le denunció a la policía, se armó un problema y desde entonces algunos malquerientes, solo para molestar, solían chiflearlo insinuando que era homosexual y Julio terminó por dejar de cantar en dicho cine.
El 54 los militares se lo llevaron a la conscripción a la fuerza por su condición de remiso, sacándole de la oficina de Francisco Feraud Aroca en el boulevard. Primero estuvo acuartelado en el batallón de infantería No. 3 Guayaquil cuyo Comandante era el Mayor Lorenzo Hinojosa Calero pero al poco tiempo lo pasaron de ordenanza a la Segunda Zona Militar y comenzó a realizar esporádicas intervenciones artísticas con licencias que le conferían sus amigos oficiales, que las más de las noches le cargaban farreando en serenatas, fiestas particulares y lugares poco recomendables, quizá por esta causa Julio terminó acomodándose definitivamente en una bohemia de malas noches, tragos, cigarrillos y mujeres de la vida, lo que a la postre le afectó su estado general hasta llevarlo prematuramente a la muerte. Una mañana, el Jefe de Zona, Coronel Piñeiros, le mandó a lavar el carro y como Julio se escapó, sus amigotes militares, para evitarle el castigo, consiguieron su pase a El Oro, donde terminó la conscripción.
Al salir de la conscripción, abandonó a Irene, aunque ella siguió viviendo cinco años más en casa de la madre de Julio y llevándose muy bien con ella porque se querían mucho. Julio Morante le presentó a su cuñada Odalia Sánchez Moreno, a quien Julio -traicionando la confianza de su amigo- hizo su amante y como era pobre habitó con ella en el departamento que alquilaba Morante cerca del estadio Yeyo Uraga. De esta unión nació un hijo. Ella terminó de boletera de la piscina Olímpica.
El 13 de Mayo de l.955 lo casaron con Maria Eudocia Rivera, quien daba sus primeros pasos como cantante en las radios de Guayaquil. El matrimonio se celebró en la iglesia de San Alejo, ella estaba embarazada de cuatro meses y como aún era menor de edad la cárcel esperaba al violador. Su madre se enteró cuando él le llevó esa noche una funda de dulces y un pedazo de la torta de bodas. Este matrimonio terminó cuando Julio grabó “Fatalidad”, se hizo famoso y se fue con Blanquita Garzón dejándola embarazada de cinco meses de su segundo hijo. Años después doña Apolonia le solicitó la firma para el divorcio. Maria Eudocia contrajo nuevas nupcias con un hijo de Toño Cajamarca. Estando casado con ella Julio había conocido a Blanquita Garzón, estudiante de colegio, vecina y amiga de ella, de toda su confianza, al punto que cuando la iba a visitar por las tardes se le acostaba en la cama. Blanquita terminó de amante de Julio.
Su hermano Pepe había formado dúo con Olimpo Cárdenas y realizaban giras por Colombia pero finalmente terminaron por separarse. Olimpo grabó “Fatalidad” y cuando esa pieza pegajosa llegó al Ecuador, Francisco Feraud Aroca, Gerente de los Almacenes de Música J. D. Feraud Guzmán, para evadir el pago de regalías a la casa disquera de Colombia, le solicitó a Julio que grabara “Fatalidad”, por quinientos sucres, imitando en todo lo posible la voz de Olimpo pero fue respondido “No solo eso, lo voy a superar.” Al revés grabó “Náufrago de Amor” que siempre fue la canción favorita de su madre y que le abrió las puertas de las giras internacionales. Para el acompañamiento musical se escogió el requinto de Rosalino Quintero y las guitarras de Sergio Bedoya, Juan (chino) Ruiz y Carlos Silva Pareja.
Por entonces, Blanquita Garzón, abandonada con dos hijos en una casucha del suburbio, empezó a bailar en diversos espectáculos y se hizo famosa, al final terminaría en el Cabaret Dominó. Los múltiples compromisos que comenzó a adquirir Julio lo alejaban por largas temporadas de nuestro medio y al regresar meses después, le propinaba folklóricas golpizas a Blanquita, donde la encontrara, porque no le guardaba las espaldas, a sabiendas que la dejaba sin un centavo para comer con sus dos tiernas criaturas y que bailar ritmos caribes en los nigh clubs de Guayaquil era lo único que ella sabía hacer para subsistir. En cierta ocasión la encontró en la esquina de 9 de Octubre y Boyacá y le cayó a trompadas, intervino la policía y J.J fue a dar a la cárcel. El asunto se volvió escandaloso por los periódicos y causó la conmoción que es fácil adivinar, tratándose de dos figuras del medio artístico. Blanquita llevó una vida de pobreza hasta que la muerte la sorprendió en el Hospital General entre terribles convulsiones provocadas por el tétano. Su fallecimiento pasó desapercibido hasta para la prensa sensacionalista que hubiera podido medrar a costa de su antigua fama, porque fue muy bella y de una dulzura casi incompatible con la dureza de la existencia que le tocó sobrellevar.
La tesitura de su voz hizo de Julio Jaramillo un cantante único y nuevas grabaciones confirmaron su creciente fama: “Amada Mía”, “Sendas Distintas”, “Alma Mía”, “Falsía” y no había celebración cívica donde no fuera llamado. Le llovían los contratos de toda la república.
A fines del 55 realizó su primera gira artística por Colombia, país al que regresaría varias veces entre el 75 y el 76 ( Bogotá, Medellín, Manizales) El 56 viajó al Perú con Rosalino Quintero y otros dos guitarristas y el éxito no se hizo esperar. Trabajaban en radios, teatros y carpas y durante esa gira entregó todo el dinero que tenían a unas monjitas de la Caridad que le pidieron una limosna para los niños de un asilo. Nos quedamos sin siquiera tener para un ceviche, recuerda Rosalino, cuando se le pregunta al respecto. Y tan bien le fue en el Perú que Julio volvió el 57 a Lima, con su manager Manuel (el diablo) Dávila y en una artista peruana llamada Ana Melba, a quien conoció en esa capital, tuvo una hija. Ese año terminó con radio Cóndor a consecuencia de un incidente que tuvo con el Director Gonzalo Heredia. De allí pasó a radio Cristal donde se mantuvo algún tiempo.
El 58 viajó a Buenos Aires, actuó en la Televisión con éxito antes no visto. Se paraba frente a las cámaras sin movimiento alguno y cantaba, también filmó con Antonio Prieto la película “Mala Mujer”. Cobró notoriedad con el tango “Te odio y te quiero”, contrajo matrimonio con la artista argentina Gloria Reich, y el empresario Aldo Legui le hizo grabar un disco único, propiedad exclusiva del que lo había contratado. El 58 pasó a Montevideo, fue recibido por miles de entusistas admiradoras, se presentó en el Palacio de los Deportes ante dieciséis mil personas y fue fama que se quedaron otras dieciséis mil afuera, sin poder entrar, pues sus discos grabados en la Argentina le habían ganado una enorme popularidad. En Paisandú, cantando “Nuestro Juramento” del compositor puertorriqueño Benito de Jesús, el público le lanzó monedas y billetes, costumbre uruguaya que le asombró, pues nunca le había sucedido nada igual. Ya era conocido como “Mister Juramento”, apodo que no le disgustaba pues era muy jovial y sencillo y todo lo aceptaba cuando venía de sus admiradoras.
NUESTRO JURAMENTO
No puedo verte triste, porque me mata / tu carita de pena, mi dulce amor, / me duele tanto el llanto que tu derramas / que se llena de angustia mi corazón. // Yo sufro lo indecible, si tu entristeces, / no quiero que la duda te haga llorar, / hemos jurado amarnos hasta la muerte / y si los muertos aman después de muertos / amarnos más.// Si yo muero primero, es tu promesa / sobre de mi cadáver dejar caer / todo el llanto que brote de tu tristeza / y que todos se enteren de tu querer. // Si tu mueres primero, yo te prometo / escribiré la historia de nuestro amor / con toda el alma llena de sentimiento / la escribiré con sangre / con tinta sangre del corazón. //
Al mes siguió a Bolivia, fue atendido por el Embajador Abel Romeo Castillo en su casa, quien le organizó en La Paz una recepción con asistencia del Cuerpo Diplomático; pero a la semana se regresó al Ecuador porque según dijo, el clima demasiado frío y seco le perjudicaba la voz.
En esos primeros tiempos era llamado a cantar a todos los países de la América Latina y en todos se presento excepto en Cuba y Puerto Rico, pero donde vivió más tiempo fue en Venezuela y allí tuvo el sello discográfico “J.J. Radio Mundial de Caracas” que pasaba una hora diaria con sus canciones.
A principio de los sesenta Rafael Alvarez Soler le programó una gira por Centroamérica y México con su hermano Pepe como guitarrista. Hicieron escala una noche en Panamá para hacer el cambio a Managua. Esa noche los músicos panameños le brindaron una velada de música y canciones inolvidable. En Nicaragua estuvo un mes en contínuas presentaciones y otros tantos triunfos, incesantemente las radios trasmitían su música. En Honduras el éxito también fue indescriptible. En Guatemala no le conocían pero tras sus primeras presentaciones ganó treinta mil dólares en solo quince días. Enseguida pasaron a El Salvador, se enamoró de la artista Coralia Valle y se casó con ella en un programa especial de la Televisión cuyos dueños pagaron todos los gastos de la celebración que recuperaron con creces por la publicidad cobrada ( a pesar de que seguía casado en el Ecuador con Maria Eudocia Rivera) A la semana J. J. partió a Costa Rica abandonando a la flamante novia que de la pura vergüenza por el escándalo, se refugió en Colombia para no volver jamás a su país.
En San José trató al célebre cantante puertorriqueño Daniel Santos, el inquieto anacobero, con quien hizo una grande y profunda amistad y volvió a Honduras con una oferta de catorce mil dólares por dos semanas de presentaciones que fueron otros tantos éxitos. Finalmente terminó la gira en Panamá, se presentó en boites de primera, en la Televisión, recorrió el país, tuvo un romance con una chica y como la abandonó, ella se quizo suicidar. Julio cometió el error de irla a visitar a la clínica y el hermano de ella lo hirió en la pierna con un cuchillo. Felizmente lo contuvieron, pues deseaba asesinarlo. El asunto le mantuvo una semana alejado de los micrófonos.
Todavía no conocía México, país que tiene fama de ser muy exigente con los artistas, de manera que al pisar la capital modificó el acompañamiento de sus canciones, dejando a un lado al requinto e incorporando una mayor cantidad de instrumentos. Julio llegó a cantar y a grabar con trompetas, bandoneones y violines. Compuso una tonada pegajosa “Mexicanita”, se hicieron nuevas versiones de “Fatalidad” y de “Nuestro Juramento” que en el Ecuador no se conocen y en el popular teatro “Blanquita” desplazó de las carteleras a artistas de gran renombre como Javier Solís y al trío Los Panchos; mas, en cierta ocasión, dejándose llevar por su machismo, golpeó malamente a Gloria Reich, quien le denunció. El asunto se volvió turbio y las autoridades mexicanas le deportaron y pasó a Venezuela.
En Caracas casó con una menor de edad llamada Graciela pero también tuvo hijos con otras mujeres de las que únicamente se recuerda sus nombres: Maria Luisa y Teresa. A todos les ponía el nombre de Julio, a los propios como primer nombre y a los que recogía de sus mujeres como segundo y con todos fue generoso mientras se acordaba de ellos, pero como viajaba mucho los olvidaba pronto; sin embargo, a la par de egoísta e irresponsable, siempre tuvo un lado bueno y todo lo hacía naturalmente, sin malicia, porque nunca dejó de ser el mismo muchacho de barrio, sencillo y humano, que en noches de licor gastaba su dinero en amigos, quienes veían en él al artista campechano, afable y de fama.
En 1.970 se casó en Caracas con Luisa Navarrete y casi enseguida con Nancy Arroyo Henao, hija de padre ecuatoriano. Con ella vivió los últimos diecisiete años de vida que le quedaban, aunque sin serle fiel porque esto era contrario a su naturaleza. Tras su fallecimiento ella declaró que le había convertido a la fe evangélica, aunque doña Apolonia aseguró que su hijo Julio murió en la católica y que esto lo sabía perfectamente bien pues él le escribía siempre, contándole todo lo que le sucedía en cualquier sitio donde estuviera.
En l.973 se estableció definitivamente en México y desde allí se desplazó en numerosas ocasiones a los Estados Unidos donde existen comunidades fronterizas de habla hispana. En Texas adquirió varios equipos para instalar una radio, pero como no disponía de los papeles de importación, los dejó encargados a un amigo en Tijuana y nunca se preocupó en reclamarlos. En otra ocasión, estando de paso por Laredo, Texas, durante una fiesta popular, sufrió un principio de infarto que superó exitosamente y terminó por restar importancia al incidente.
Y de triunfo en triunfo, viajando siempre y sin un hogar estable, vivió veintiún agitados años que transcurrieron entre su primera gira en l.955 hasta su regreso a Guayaquil el 23 de Julio de l.976, cuando la firma comercial “J. D. Feraud Guzmán” con motivo de sus sesenta años de existencia comercial, le trajo de Medellín, donde J.J. vivía con su hermano José, para realizar varias grabaciones. Su recibimiento en el aeropuerto fue apoteósico y al ser llevado al local de Radio Cristal cantó en el balcón para el pueblo. El clamoreo fue general y bien impresionado por esta recepción pasó a la casa de su madre, a quien abrazó tras largas jornadas de ausencia.
Al principio todo fue bien, reunió a sus numerosos hijos e hijas en el Hotel Atahualpa para conocerlos ya que por su larga ausencia, no los había visto crecer y no tenía idea de quienes eran; se presentó en el show de Hilda Murillo en el Canal 4 de la Televisión, vendió sus grabaciones y consiguió varias presentaciones personales, pero se le veía cansado, avejentado, carcomido y de paso algo ronco. En el Coliseo Huancavilca fue abucheado porque su voz ya no era la de antes. Para colmos, numerosos émulos le habían dado fama de bisexual, a él, el machista por excelencia. En otra de sus presentaciones, en el teatro al aire libre “Bogotá”, al pie del cerro del Carmen, un grupo de jovencitos le insultó y tuvo que retirarse del escenario. Esa noche juró no volver a cantar en Guayaquil y para sobrevivir conservó únicamente el programa de una hora diaria llamado “La Hora de J.J.” en Radio Cristal, viviendo en humilde pobreza y solo de las escasas propagandas que obtenía su esposa, pues no había ahorrado un solo centavo de los cientos de miles de dólares percibidos por su arte en los veintiún años de constantes giras por toda Latinoamérica,
Su amor propio estaba en un punto muy bajo, ya no era el mismo de antes, su cuerpo fofo había perdido el deseo de vivir. Una tarde se puso muy mal de salud, un agudo dolor se le clavó en el vientre. Según se dijo después, sufría de cirrosis, posiblemente complicada con tuberculosis, lo que jamás fue comprobado.
El jueves 28 de Enero de l.978 fue internado en la Clínica Domínguez. Su propietario el Dr. Bristol Domínguez, de la religión evangélica, le aceptó sin el reuisito del depósito en dinero que le exigían en otros centros de salud y le operó el domingo 3 de Febrero de la vesícula, encontrando que tenía tres piedras. J.J. salió bien de la operación. Se ha dicho por parte de personas idóneas que durante el postoperatorio y en un rapto de desesperación se arrancó los drenes de las heridas. Esta acción casi suicida le puso nuevamente al borde de la muerte con una peritonitis biliar y aunque los médicos trataron de superar el daño, no pudieron.
Mientras tanto la noticia de su gravedad había circulado en la ciudad y el país y sus canciones se trasmitían incesantemente por las radios. J.J. seguía en su entero juicio y libre de dolores por los sedantes que le administraban, al punto que alcanzó a pedir por escrito, pues estaba entubado, que le permitieran escuchar sus canciones y cuando las oía por la radio rompía a llorar.
La noche del jueves 9 de Febrero a las 9 y 15, al décimo día de su internamiento, bajo los cuidados del Dr. Armando Briz, yerno de Rosalino Quintero, tras conversar con su esposa y con un Interno, dejó de respirar sin señales de agonía. En eso entró a la pieza el Dr. Domínguez y notó que acababa de fallecer. J.J. tenía solamente 42 años de edad y sus amigos le iban a trasladar al Hospital del IESS y hasta reunían dinero para llevarlo a una Clínica de los Estados Unidos.
Se veló en el auditorio de Radio Cristal, luego lo pasaron al Salón de Honor de la Municipalidad, todo local resultaba estrecho y en medio de una marea humana que pugnaba por cargar el féretro, conducido por las calles llegó al Coliseo Cerrado donde también se agolpó la muchedumbre y algunos se despedían varias veces del ídolo y surgieron casos de histeria, lloraban, se desmayaban, gritaban, caían al suelo sin sentido. Nunca se había visto tanta gente en un sepelio. Dentro del camposanto varias bandas de músicos populares tocaban sus aires. El acto fue retransmitido por las emisoras locales. Había nacido un mito, el del cantante salido del pueblo y famoso que jamás había renegado de sus orígenes humildes, el del hombre de generoso corazón y bolsillo fácil que gustaba ayudar a los pobres y representaba el machismo porteño. Venezuela fue inmediatamente sacudida por una fiebre jaramillista y desde entonces muchas canciones se han escrito en su memoria // El panita que se fue / el compañero del arte / el que fuera el baluarte / del cantar sentimental. //
Su vida también fue llevada al cine. Producciones García Dos rodó en México y en Guayaquil un largometraje titulado “Nuestro Juramento” con argumento de su hermano Pepe Jaramillo y guión de Miguel Donoso Pareja, tratando -aunque inútilmente- de reducir su azarosa existencia al plano cinematográfico.. En definitiva, un homenaje más al ídolo, el siempre recordado “Mister Juramento.”
Al ser consultado un psiquiatra sobre la razón de la fama póstuma, del mito de J.J. el mito, respondió: Cantaba bonito, su voz era dulce y pegajosa, modulaba perfecto. Tenía una gran simpatía personal y hasta era buen mozo y todo junto hizo de él un paradigma en su estilo. Aparte de que murió justo a tiempo, cuando aún tenía fama pero empezaba a declinar, por eso el mito.
J.J. fue un caso raro de calidad artística y carisma puro, se hacía querer en todas partes, era repentista, expansivo, alegre, veneraba a su madre y donde quiera que iba levantaba a las multitudes. Lamentablemente también fue machista, usaba a las mujeres y las abandonaba con hijos que reconocía para mantener su propia imagen de macho latinoamericano pero nada más. Y como nunca estuvo psicológicamente preparado para el triunfo internacional, botó el dinero que ganaba fácil y quedó pobre y para colmos, por abusar de los cigarrillos y el trago se le fue tempranamente la voz. Su tumultuoso entierro sirvió para revelar características inigualables de su personalidad.
NANCY ARROYO HENAO
COMPOSITORA- Nació en la población de Armenia, Colombia, el 11 de Enero de l.947 y fueron sus padres legítimos Alfonso Arroyo Villandrando, guayaquileño de familia serrana, músico, compositor y actor cómico infantil, viajó con un circo a la Argentina, volvió al Ecuador y siguió a Colombia. En la población de Armenia conoció a Mariela Henao Suárez, trapecista del Circo Egret, con quien casó y tuvo cinco hijos. Viajaron a Centroamérica en el circo Rasore. En l.948 compraron el circo Cóndor que después vendieron en Venezuela. Hablaba tres idiomas y el 50 se estableció con los suyos en Caracas, trabajando la serie radial infantil “Las aventuras de Monicaco y Bobó” que se trasmitía los sábados en la Radio Nacional, tuvo un gran éxito y logró una alta sintonía nacional. Después hizo radionovelas con su esposa, finalmente le nombraron Director de Programación del primer Canal venezolano de Televisión haciendo de libretista y argumentista; pero se separó de su esposa y los cinco niños se dividieron, los mayorcitos con el padre y los menores con la madre. Nancy se afectó y aunque era una niña despierta e inteligente, se hizo rebelde y voluntariosa.
Su madre se trasladó a la población de Acarigua, estado de Portuguesa, casó con el comerciante colombiano Guillermo Pacheco y tuvo un hijo. Nancy permaneció con su padre en Caracas, interna en un Colegio de monjas, de donde salió expulsada. Fue matriculada en una Academia de Taqui-mecanografía que no le gustó porque siempre se había sentido atraída hacia el arte, tocaba la guitarra con su padre, tenía una excelente voz, clara dicción y entonaba bonito. Finalmente fue enviada al Colegio Hermágoras Cháves en Cabimas, estado de Zulia. Entonces ocurrió el fatal accidente de tránsito de su padre, cuando manejaba por la autopista Caracas-La Guayra conduciendo a su personal de trabajo. Iban a realizar un show infantil para un cumpleaños en una casa de playa, el vehículo colisionó con un enorme camión.
Nancy volvió con su mamá, aunque por poco tiempo, pues nuevamente fue internada en un Colegio de los betlemitas en Colombia. De regreso en las vacaciones de l.963, ya su madre vivía otra vez en Caracas separada de su segundo esposo y empezó a conseguirle pequeños contratos de publicidad acordes con sus dieciseis años de edad.
Llamada a una sesión de modelaje en el estudio fotográfico Miranda, para la portada a colores de un disco del sexteto “Los Blancos” y mientras posaba vestida de campesina colombiana, entró al set el popular cantante Julio Jaramillo, quien se fijó en ella y luego de tomarse una serie de fotografías y de que se alborotaran unas cuantas chicas que casualmente estaban, se fue del estudio. Media hora más tarde salió Nancy y Julio la abordó románticamente, ella se sorprendió pues era una jovencita hija de familia y el asunto no prosperó.
Julio era conocido de su madre y a través de amigos comunes un sábado de mañana, a eso de las diez y media, la fue a visitar en el departamento bajo que ella arrendaba en el edificio “El Mirador” so pretexto de que era compatriota de su primer esposo, cuando realmente quería enamorar a la joven Nancy. Ella estaba malanochada pues se había quedado haciendo unos deberes hasta las tres de la mañana, pero tuvo que salir a la sala con el resto de sus hermanos y en esta ocasión no le fue del todo huraña pues Julio aprovechó que su anfitriona había ido un momento a la cocina a traer unas cervezas, para decirle en tono jocoso “Viste que te encontré”.
De allí en adelante empezaron a hablarse a escondidas de doña Mariela que era muy estricta y no le permitía a su hija tener enamorados, hasta que a los tres meses se escapó al departamento amoblado que Julio arrendaba en Caracas, donde un Jefe Civil les casó poco antes de la navidad. Días después Julio salió a trabajar y fue arrestado, pero al enseñar el certificado matrimonial tuvieron que dejarle libre. Doña Mariela, en cambio, inició juicio de nulidad, alegando la minoría de edad de su hija y consiguió una Orden Judicial para que se la devolvieran, como efectivamente ocurrió. Entonces se cambió subrepticiamente de domicilio, con todos sus hijos, a Puerto la Cruz, en el estado Anzoátegui, donde reinició su vida de trabajos en las radios y consiguiendo contratos de publicidad.
Nancy tenía una amiga joven como ella llamada Belén, que avisó a Julio del nuevo domicilio de Nancy, pero este se portó mal y no hizo nada por recobrarla. Por el contrario, se ausentó en una gira artística por Centroamérica. Al saberlo por las noticias que traían los periódicos Nancy se despechó y tomando su guitarra compuso la letra y música de un bolero que salió muy bonito y tituló ”Quería conocerte”.
Eduardo Cevallos, a) El patucho, radiodifusor ecuatoriano muy amigo de su familia, lo escuchó y quedó tan gratamente sorprendido que lo aprendió de memoria. Coincidió que al poco tiempo tuvo que viajar a Bogotá. Una noche encontró casualmente a su amigo y compatriota Julio Jaramillo y en son de broma le cantó el bolero, cuya letra dice así: // De paso en la vida / me detuve al verte / quería conocerte / pero nunca, nunca / llegar a quererte. // Hoy me he dado cuenta / del amor tan grande / que a ti te he entregado / aunque solamente / quería conocerte. // Tuya fue la culpa / de yo haberte amado / tuya fue la culpa / porque tus caricias / mi anhelo han llenado.// Todas tus ternuras / y hasta tus engaños / han dado a mi vida / el perfume extraño / que yo llamo amor.// Hoy que ya te marchas / te alejas sin verme./ Viviré sin alma / seguiré pecando / y te olvidaré. // Quizá algún día / si volviera a verte / te diré tan solo / quería conocerte / pero nunca amarte. // Julio se picó inmediatamente pues jamás le habían cantado las verdades como lo había hecho esta chiquilla menor de edad y comprendiendo que estaba frente a una mujer de extraordinarias cualidades decidió volver.
Semanas después, por contratos artísticos, volvió a Caracas, alojándose en la elegante residencia Taormina, de varios conjuntos de departamentos amoblados. Se presentaba los fines de semana y los martes volaba a Puerto La Cruz donde permanecía tres días alojado en el hotel Pelícano para verse con Nancy y cuando esta cumplió los dieciocho años, se despidió de su madre y fue a vivir con su esposo Julio en Caracas, iniciando una vida enteramente feliz pues se querían y congeniaban haciéndose bromas.
Julio cambió por completo, se alejó de una jorga de amigotes y dejó de farrear y beber, adquirió un vehículo de lujo último modelo, tomó la vida con mayor responsabilidad que antes, tratando de no pasar malas noches para preservar su voz; pero como siempre había sido travieso para el amor, de vez en cuando le era infiel aunque a los pocos días volvía al hogar con el buen humor de siempre, como si no hubiera pasado nada, de manera que jamás se le veía arrepentido. Nancy aprendió a soportar esta conducta pues era imposible desprenderlo de las admiradoras que se le insinuaban y hasta lo perseguían por todas partes, al punto que Julio dejó de concurrir a sitios públicos para evitar el escandaloso comportamiento de sus histéricas fanáticas. Las había de toda edad y condición, desde simpáticas quinceañeras hasta respetables damas de sociedad.
FUENTE: Diccionario Biográfico Ecuador