El Partido Demócrata podría apostar por la vicepresidenta Kamala Harris como candidata frente al expresidente Donald Trump en las elecciones de noviembre. En un arriesgado intento por superar el racismo y el sexismo que aún persisten en algunos sectores de Estados Unidos y que Donald Trump supo explotar en su beneficio.

Harris debe primero consolidar su apoyo dentro del partido, donde la opinión de exdirigentes y líderes del Congreso será crucial. Sin embargo, el caucus afroamericano del Congreso, que agrupa a los miembros de esa minoría, ya se lanzó a respaldar a la vicepresidenta, de origen jamaicano e indio.

Algunos de sus miembros, como el influyente James Clyburn de Carolina del Sur, dejó claro que verían como una traición cualquier intento del partido por marginar a Harris, dado que tanto las mujeres como los afroamericanos constituyen pilares fundamentales de la base demócrata.

Al anunciar este domingo el fin de su campaña, el presidente estadounidense, Joe Biden, declaró que ofrecía su “apoyo total” a Harris para ser la nominada del partido para las elecciones de noviembre. “Demócratas, es hora de unirnos y vencer a Trump. Hagámoslo“, pedía.

Sin embargo, destacadas figuras del partido, como el expresidente Barack Obama, la expresidenta de la Cámara Baja Nancy Pelosi o el líder de la mayoría demócrata del Senado, Chuck Schumer, aún manifiestan su respaldo a Harris ni a ningún otro candidato.

Un techo de cristal por romper

La realidad es que Harris se enfrenta a un desafío histórico. En toda la historia de Estados Unidos, los votantes solo eligieron un presidente afroamericano: Barack Obama (2009-2017).

El propio Trump, entonces un magnate inmobiliario y estrella de la televisión, llegó a difundir teorías conspiratorias cuestionando la legitimidad de Obama como presidente. Esto tras poner, en duda su lugar de nacimiento, ya que la Constitución exige que el mandatario sea ciudadano nacido en EE.UU.

Estados Unidos tampoco eligió antes a una mujer como presidenta. En las elecciones de 2016, la demócrata Hillary Clinton fue la primera nominada a la Presidencia por uno de los dos principales partidos políticos del país, pero perdió frente a Trump, que la llamaba “Corrupta Hillary”.

Como ya ocurrió en las elecciones de 2016 con Clinton y en los dos anteriores ciclos electorales con Obama en 2012 y 2008, la raza y el género serán parte central de la campaña si Harris acaba siendo la candidata.

Esto se verá acentuado porque enfrente de Harris está Trump, quien “tiene un discurso populista marcado por el racismo, la xenofobia y el odio hacia el otro, es decir, todo aquel que no es un hombre blanco”, dijo a EFE la analista Yamila Pino.

Trump ya dejó entrever en su mitin del sábado en Grand Rapids (Michigan) cómo atacará a Harris, a quien definió como “Risas Kamala”. “Se puede decir mucho por su risa. Está loca; le falta un tornillo”, añadió en tono despectivo.

Un contraste innegable

En opinión de Pino, “no se puede tapar el sol con un dedo” y es innegable el contraste entre Trump y Harris. Podría hacer historia como la primera mujer negra nominada por uno de los grandes partidos y también, si lo logra, como primera mujer negra en llegar a la presidencia.

Antes que ella la única mujer negra en hacerlo fue Shirley Chisholm, quien en 1972 aspiró a la nominación de uno de los dos grandes partidos para la Presidencia de EE.UU. Sin embargo, no logró ser la candidata demócrata para esos comicios en los que el elegido fue George McGovern, quien perdió frente a Richard Nixon.

La barrera racial y de género 50 años después sigue siendo un obstáculo formidable en la política estadounidense, como lo demuestra el hecho de que nunca se elija a una gobernadora afroamericana. La campaña de Stacey Abrams a la gobernación de Georgia en 2018 generó un gran entusiasmo, pero no logró superar esa barrera histórica.

En ese escenario, el cambio solo puede ser gradual. Por tanto, si Harris es elegida como candidata a la Casa Blanca, lo más posible es que su compañero de fórmula fuera un hombre blanco.

En la lista de posibles figura Josh Shapiro, que tiene la ventaja de ser gobernador del estado clave de Pensilvania, o los gobernadores de Carolina del Norte, Roy Cooper, y Kentucky, Andy Beshear. Dos estados que votan republicano en las elecciones presidenciales, por lo que su perfil podría atraer a votantes moderados. 

Fuente: El Comercio

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