“Señor de Girón”
Siendo realistas y haciéndonos el “mea culpa”, el ser humano casi en su mayoría trata de acudir a seres superiores en busca de ayuda ante situaciones que los mortales no podemos solucionar o necesitamos de un apoyo extraterrenal, por ello, hoy más que nunca la mayoría de los ecuatorianos nos acordamos de la existencia de Dios, cuando la naturaleza y/o los desgobiernos nos tiene en la oscuridad, sequedad y pobreza. Recién hacemos conciencia de que debemos valorar lo que tenemos, de ahorrar recursos, de que el vil metal no es sinónimo de felicidad, de que las autoridades terrenales no lo pueden solucionar todo.
Lo descrito, explica la presencia de numerosos devotos que acompañaron al traslado del “Señor de Girón” o “Señor de las Aguas” desde su iglesia a la Catedral de la ciudad de Cuenca, accionar en función de que “haga llover en la ciudad”, donde se observan “ríos de piedras”, terrenos secos, oscuridad a toda hora y en todas partes, y el caos vehicular nocturno cual películas de terror en un conglomerado en donde se desperdicia el agua con la idea de que es gratis y que nunca se va a acabar.
El “Señor de Girón” o “Señor de las Aguas”, es aquel Cristo crucificado que tiene su morada en la iglesia de Girón, “que cuando se lo pide con fe y se lo venera hace llover” (coincidencia o no, ustedes lo juzgarán). Según historiadores esta escultura fue una donación de Don Juan de Salinas, minero español que tenía las minas en Cañaribamba, parroquia de Chaguarurco hoy Santa Isabel, pero que luego fue entregada a Girón en 1822 (relatos de nuestra tierra: Casa de la Cultura, 1996). La escritora María Rosa Crespo narra que en varias ocasiones había sido trasladada la imagen a Cuenca y a otros lugares para que haga llover… ¡y llegaban las lluvias!
Esperamos confiados que el “Señor de Girón” haga llover, aunque desconfiados que nuestras autoridades: ofrecedoras, no planificadoras e interesadas, no nos sigan engatusando, de que los cortes de energía serán menores, aunque sí se ha sucedido lo contrario, por una obnubilación interesada de seguir con la luz de Carondelet.