Francisco no es el primer papa que está enterrado fuera de los muros del Vaticano

“Porque es mi gran devoción”, así lo reveló por primera vez Francisco a una entrevista al canal mexicano Nmas en 2023, en la que además confesó que así se lo prometió a la Virgen. El papá dejó elegido incluso el lugar exacto de su tumba: en una sencilla capilla, que hasta ahora se usaba para guardar candelabros, situada en la nave izquierda del templo, entre dos confesionarios. Francisco se une así a los siete pontífices que descansan en esta misma basílica.

Francisco eligió este templo porque le unía una especial relación. Santa María di Maggiore de Roma era la basílica a la que acudía el Papa a orar ante la Virgen, también llamada Virgen de las Nieves, antes y después de cada viaje como pontífice. En total el Papa estuvo en 115 ocasiones, la última en vida, tras salir del hospital, el 12 de abril de 2025, tras una larga estancia.

Devoto de Santa María la Mayor

“Es mi gran devoción. Ya antes (de ser Papa) cuando venía, siempre iba ahí el domingo en la mañana que estaba en Roma, me iba un rato allí. Sí, hay una ligazón muy grande”, reconoció en aquella ocasión el Papa al canal mexicano.

Pero lejos de lo que pueda parecer, Francisco no ha roto con ninguna tradición que obligue a los Papas a ser enterrados en el Vaticano. Precisamente en la basílica de San Pedro solo están enterrados 92 de los 264 pontífices de la historia. Es más, antiguamente, los papas solían elegir como lugar de enterramiento alguna otra iglesia de Roma, como ha hecho Francisco.

La Basílica alberga la imagen mariana de la Salus Populi Romani, que representa a la Virgen María como salvadora y protectora del pueblo romano. La tradición atribuye a que fue pintada por San Lucas, evangelista, de ahí que sea el patrón de los pintores.

Santa María la Mayor o Santa Maria di Maggiore es una de las cuatro basílicas más importantes de Roma, que junto a San Pedro, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros, conforman las llamadas basílicas mayores y papales, siendo de ellas, Santa María la más antigua (la Mayor), de época paleocristiana y lugar de milagro mariano por lo que se convierte en el templo más importante dedicado a la Virgen en Roma.

El milagro de la nieve en agosto

“Me construirás una Iglesia en el lugar donde mañana encuentres nieve fresca”. Es lo que la Virgen comunica en sueños al papa Liberio, una cálida noche romana del 4 al 5 de agosto del año 352, el mismo sueño que tiene un acaudalado patricio romano, llamado Giovanni, que deseaba dedicar una iglesia a la Virgen María. En el coincidente sueño, la Virgen les indica -a ambos- el mismo lugar donde levanta la iglesia: allí donde amanezca nevado en pleno verano. Se trataba de la cima del monte Esquilino donde desde entonces, cada 5 de agosto, se conmemora el milagro de la nieve con una celebración especial durante la cual se dejan caer pétalos blancos desde la parte superior del templo como si de copos de nieve se tratara.

En la cripta, debajo del altar mayor, se encuentra los restos de la “santa cuna”, que según la tradición pertenecen al pesebre en el que fue depositado el niño Jesús, reliquia que recuerda la importancia de Santa María la Mayor como el ‘Belén de Occidente’. Precisamente, en Santa María se celebró por primera vez la misa de Nochebuena, tradición que han mantenido los Papas durante siglos.

Así, la basílica ha sido conocida por tres nombres más. Por este milagro fundacional se la conoce como Santa María de las Nieves; también nombrada Santa María Liberiana por haber sido construida por el papa Liberio y Santa María del Pesebre, al recibir la reliquia del Santo Pesebre. Finalmente prosperó Santa María la Mayor por ser además de basílica papal, la más importante de las 26 iglesias de Roma dedicadas a la Virgen María.

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Vista tomada desde la el balcón central (museo) de la Basílica de Santa María la Maggiore de Roma con la imagen de la virgen de la Purísima Concepción en el centro.EFE

Sobre el monte Esquilino, dominando la ciudad eterna

Con una altura de 75 metros y dada su ubicación sobre la colina del monte Esquilino, su campanario de ladrillo es el más alto de Roma, y el punto más alto de la ciudad.

Su efecto monumental y grandioso se debe principalmente a la forma de la estructura, construida de acuerdo con los cánones clásicos del gran tratadista y arquitecto romano, Vitruvio. La basílica de tres naves, y de 85 metros de largo, está dividida en dos filas de 42 potentes columnas de capiteles jónicos (algunas procedentes de otros edificios de la antigua Roma) y sobre ellas, encima las naves laterales, se asienta un artístico entablamento, que llega hasta el ábside. En este punto se abren dos arcos erigidos para la construcción de dos capillas laterales, Sixtina y Paulina.

En el año 1500 el papa español, Alejandro VI completó el techo con el impresionante artesonado renacentista a base de bellos casetones de madera dorada policromada, obra de los hermanos da Sangallo, mientras que las cúpulas y las dos capillas laterales son de un barroquismo elocuente. El dorado se debe al primer cargamento del oro americano, regalo de la reina Isabel la Católica, un gesto por el que este templo quedó ligado a la monarquía española, siendo Felipe IV otro de sus principales benefactores. De hecho una potente escultura de Bernini del penúltimo Austria español a la entrada de la basílica nos recuerda esta presencia.

Arquitectónicamente, la Basílica de Santa María la Mayor ha sufrido numerosas rehabilitaciones y modificaciones a lo largo de los distintos periodos de la historia. Edificada sobre un templo pagano que rendía culto a la diosa Cibeles, la que es la iglesia más antigua de Roma presenta todo un armónico desfile de estilos arquitectónicos desde el paleocristiano hasta el barroco, incluso más allá, pues el templo fue restaurado y reformado en el siglo XVIII como vemos en su majestuosa fachada barroco-neoclásica.

Ocho papas y el gran Bernini descansan en Santa María la Mayor

Durante los papados de Sixto V y Paulo V, se erigieron las dos grandes capillas laterales, capilla Sixtina y Paulina, respectivamente, a ambos lados del altar mayor. La primera, la Sixtina, a la derecha de la nave central, mandada construir por Sixto V, para su propio enterramiento y el de su antecesor, Pío V, fue diseñada por el arquitecto Domenico Fontana. Los monumentos funerarios de ambos papas son muy parecidos y en ellos se observa la influencia de Miguel Ángel en la utilización del ancho total del muro, dividido en tres calles con basamento, cuerpo central y ático.

A la izquierda de la nave central (y en frente justo de la Sixtina) se encuentra la Paulina, edificada por Paulo V para custodiar la imagen de la Virgen “Salus Populi Romani”, patrona de Roma y donde además de los enterramientos de Paulo V y Clemente VIII, está enterrada Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón.

Tres papas más descansan en esta iglesia, Honorio III, Nicolás IV y Clemente IX, que junto a Francisco, primero desde el siglo XVII, eleva a ocho el número de pontífices enterrados en Santa María.

La sencilla sepultura del papa Francisco -una escueta lápida de mármol blanco de Liguria, la tierra de sus abuelos maternos, pero cargada de simbolismo- solo presenta una única inscripción “Franciscus” más su cruz pectoral. No hay ostentación. Sólo piedra, historia y una profunda conexión familiar.

Situada en la nave izquierda del templo (entre la Capilla Paulina y la Sforza), la tumba de Francisco no dista mucho de la del gran escultor Gian Lorenzo Bernini, genio del barroco, autor de la personalísima Plaza del Vaticano o del exuberante baldaquino de San Pedro, principal púlpito de la cristiandad, que yace en esta basílica también con suma modestia, tanta que suele pasar inadvertida. Solo una escueta losa de mármol en un lado del ancho transepto, (nave transversal que separa las 3 naves del altar mayor) apenas visible, salvo desde el primer escalón del presbiterio, reza: “La noble familia Bernini aquí espera la Resurrección”, la misma que ahora, despojado de todo, aguarda el padre Bergoglio.

Fuente: Expreso

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