Tito Astudillo

Una ranita verde revuelta en ceniza, que más parece una ranita gris pincelada de verde, como aliviada, reposa en la mano de un bombero, un héroe anónimo, del Cuerpo de Bomberos de Girón, quien lo rescató, de entre el fuego y las cenizas, de un incendio forestal, que lamentamos la semana pasada, en este cantón azuayo; producto de la desaprensión de algún ciudadano, de la manía de un pirómano, o de una errónea concepción ambiental, ”para que retoñe parejito” como escuche alguna vez, a un incendiario, al ser recriminado por la vecindad.

En los ojos de la ranita, se expresa la pregunta sin respuesta, que tantas veces se hizo la humanidad, y nos hicimos alguna vez cada uno de nosotros, cuando una fatalidad no buscada ni deseada ni merecida nos aflige: ¿por qué?; el alivio de la ranita en la palma de la mano del bombero, es también una afrenta y una denuncia, ¿cuántas ranitas verdes y de color café y marrón y multicolores; cuántas, libélulas y abejitas, saltamontes y caracoles y cuántas miles y miles de especies habitantes de micro mundo vegetal del chaparro y las praderas también vivos; cuántas gorriones y codornices, jilgueros y golondrinas, tugas y colibríes, brujillos, azulejos y mariposas y, tantas y tantas más savias aladas, fueron sorprendidas en su nido, en su vuelo o en su canto? ¿Y tantos otros pequeños y medianos indefensos habitantes del bosque y de la tierra y del cielo fueron atrapados por el fuego, sin la opción de la ranita del milagro?

La sensibilidad del bombero es un ejemplo y un llamado sentido a construir una cultura ambiental que respete la vida, que entienda que la vida es una y única y que cada ser vivo, por más minúsculo en apariencia, es parte de la cadena y con derecho a existir; cultura ambiental que debe iniciarse en el hogar, afianzarse en la escuela y consolidarse en la comunidad; sensibilidad, educación y compromiso, para erradicar este flagelo. (O)

Fuente: El Mercurio

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