No podremos mirar cuyes asados…
Ni tampoco ver chanchos y pollos horneados expuestos para la venta, ya sea en vitrinas o en los típicos “cangadores”, porque los inefables asambleístas y específicamente los de la Comisión de Biodiversidad que tratan sobre el Proyecto de Ley para la Promoción, Protección y Defensa de los animales no humanos, se encuentran enfrascados en una discusión de 181 prohibiciones entre las cuales constan que: se prohíban exhibir animales faenados y/o cocinados en espacios públicos, ya que se atenta contra los derechos de los animales, además, que se prohibirían que se cocinen a los cangrejos vivos o langostas. También se censura las formas de matar a los animales como cuyes o pollos e incluso se encuentran entrampados en duras controversias sobre la eutanasia en los animales.
No deja de ser importante el buen trato a los animales, pero lo paradójico de muchos asambleístas es que por discutir asuntos relaciones con estos seres, como que obvian el tratamiento de temas relacionados con los animales humanos. No se preocupan mayormente de que siguen apareciendo personas descuartizadas, calcinadas en plena luz del día y secuestradas por la delincuencia organizada.
Asambleístas que, miran al otro lado, ante muchos problemas nacionales, pero que paradójicamente tratan de buscar impunidad para delincuentes, no aceptando incrementar los años de privación de libertad y anteponiendo trabas a la extensión de dominio, temas aprobados en la consulta popular. Asambleístas que aspiran tomarse el poder comenzado por el CPCCS, Consejo de la Judicatura y manipulando el concurso para magistrados de la Corte Nacional de Justicia.
En definitiva, si dejamos, más pronto perderemos la satisfacción de apreciar y escoger animales faenados y asados para servirnos como el cuy y el chancho, que los asambleístas legislen en favor de las mayorías, por ello ecuatorianos, es la hora de aceptar nuestras equivocaciones y fracasos, y comenzar a razonar para dar el voto a ecuatorianos que emergiendo del pueblo luchen por y para el pueblo.
Fuente: El Mercurio