Así se recuerda a monseñor Luis Alberto Luna Tobar
Sentimientos de cariño y agradecimiento por el trabajo que monseñor Luis Alberto Lunar Tobar, arzobispo Emérito de Cuenca, cumplió durante los 19 años que permaneció en la ciudad (desde el 8 de abril de 1981 hasta el año 2000) no solo en el ámbito religioso, sino en lo social y lo político es en lo que coinciden quienes de una u otra manera trabajaron junto a él.
Rolando Tello, Juan Cuvi, Fernando Vega y Holger Dután resaltan su lucha contra la injusticia y la defensa de los derechos humanos, a su juicio, son aspectos que marcaron la permanencia de Luna no solo en la ciudad, sino en toda la provincia del Azuay, pues su vocación de pastor lo llevaron a recorrer un sin número de comunidades.
Su estado de salud es crítico, la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y la Arquidiócesis de Cuenca solo piden a la ciudadanía orar por el religioso de 93 años de edad que por el momento recibe cuidados paliativos en la Casa del Sagrado Corazón, en Conocoto, Quito.
‘Sabio, pero sobre todo, hombre’
Juan Cuvi, director de la Fundación DONUM, una de las entidades de salud creadas por monseñor Luis Alberto Luna Tobar, mediante un escrito solicitado por este Diario, relató detalles de su relación con el arzobispo Emérito de Cuenca. “Conocí a Monseñor siendo niño, durante una misa que ofició en el colegio Las Mercedarias, en Quito.
Imposible recuperar y dar sentido a ese hecho, casual e intrascendente, si no fuera por los acontecimientos posteriores. Revivo ese recuerdo porque 25 años después me permitió extrapolar el significado de la vida de un sacerdote entre el formalismo del púlpito y el compromiso social.
Dos situaciones muy especiales nos acercaron entonces. La primera, su firme decisión por facilitar que la Conferencia Episcopal Ecuatoriana se convirtiera en garante del acuerdo de paz entre el Movimiento Alfaro Vive Carajo (AVC) y el gobierno de Rodrigo Borja; la segunda, su apertura para ofrecerme, luego de mis largos años de prisión, un espacio de trabajo social, que además me asegurara un respaldo laboral.
Ambas actitudes reflejan esa amplitud de visión que ha caracterizado la vida y la obra de Monseñor Luna: entender la necesidad del país con la misma facilidad y pertinencia con que entiende las más cotidianas necesidades de los individuos.
De allí, seguramente, nace su indeclinable convicción ecuménica. Mirar los problemas del mundo con la misma dedicación con que se mira los problemas del más humilde feligrés no tiene otra consecuencia que una solida vocación por el respeto y la tolerancia. Implica aceptar la diversidad política y cultural como una energía creativa, y el drama personal como parte sustancial de la vida. Permite escalar ese difícil peldaño de la inteligencia que conduce a la sabiduría. Y que nos vuelve profundamente humanos.
Más que un obispo, Monseñor Luna ha sido un sabio y, sobre todas las cosas, un hombre. Así lo recordaré por siempre.
Un político, crítico y líder
Monseñor Luis Alberto Luna mantuvo espacios de opinión a través de la radio y la prensa escrita. Colaboró en radio Ondas Azuayas, fue articulista en los diarios El Mercurio y Hoy, además escribió artículos en la revista Avance.
El periodista Rolando Tello, director de Avance, dice que el “Moncho” fue un hombre con los pies firmes sobre la tierra, debido a que fue un sacerdote capaz de expulsar de los templos a los mercaderes. Lo recuerda también como un político en el sentido más perfecto de la palabra, pues siempre estuvo interesado por el bien común, el ejercicio de la justicia y, la atención a los más necesitados.
Tiene presente que el obispo fue crítico de la costumbre de colocar imágenes de santos en las carreteras y grutas, así como a la facilidad con la que ciertas devociones recogían limosnas, entre ellas, el caso de Andacocha y las apariciones de la Virgen en el Cajas.
“Impugnó, muchas veces se sintió molestó e incluso prohibió las celebraciones litúrgicas en este paraje de la naturaleza”, rememora.
Asegura que no era raro verlo en las calles, presidiendo, participando o integrando marchas de protesta cuando había motivos de interés público que ameritaba reclamos populares. Para Tello, la presencia de monseñor Luna, divide en dos los conceptos religiosos. Con las diferencias del caso, compara a monseñor Luis Alberto Luna Tobar con monseñor Leonidas Proaño, pues ambos, dice, se dedicaron a hacer labor pastoral y social en las comunidades campesinas.
Lo compara también con el padre Carlos Crespi y considera que en el siglo XX los tres religiosos han dejado una huella permanente en la vida de los pueblos y de forma específica en Cuenca.
A manera de homenaje en la edición del próximo mes, la revista Avance hará una semblanza del arzobispo Emérito de Cuenca.
Obispo que rompió esquemas
Fernando Vega, exsacerdote, dice que cuando en Cuenca se supo que el padre Luis Alberto Luna Tobar era el nuevo Arzobispo hubo mucha expectativa, sobre todo porque era conocida su formación. Recuerda que una vez que asumió la función los religiosos de la ciudad le organizaron un calendario de visitas a las parroquias y cantones para que conozca la provincia.
Vega asegura que monseñor Luna mantenía su postura de que el pueblo del Azuay lo convirtió, pues en su natal Quito siempre estuvo vinculado con las clases media y alta.
El trabajo que más destaca de sus primeros años de arzobispado fue la unión de los sacerdotes que hasta entonces estaban divididos por temas ideológicos. Desde entonces de forma conjunta se construyó un proyecto de iglesia.
Destaca también la construcción de la Pastoral Social y la creación de los Consejos de Pastoral, la formación a catequistas. Así como la Pastoral de Migración, cuyas propuestas sobre los derechos de los migrantes llegaron a plasmarse en la Constitución de la República.
Afirma que fue un referente político a nivel nacional a favor de justos y pecadores en relación al papel que cumplió en la negociación del Gobierno de Rodrigo Borja y el Grupo Alfaro Vive Carajo (AVC).
“Recuerdo que en el gobierno de (Jamil) Mahuad se instauró el bono de la pobreza, salimos a protestar porque eso era una política de mendicidad y creíamos que era necesario desarrollar en plenitud la vida de los pobres”, rememora Vega, quien asevera que las últimas reflexiones de monseñor Luna fueron de decepción y cuestionamiento al presidente Rafael Correa.
Hace dos meses, fue la última vez que Fernando Vega visitó a monseñor Luna en su casa de reposo, en Quito.
Ícono de Derechos Humanos
Monseñor Luis Alberto Luna Tobar fue presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Azuay por 10 años, desde 1986 hasta 1996, también presidente por un año del Frente Ecuatoriano de Derechos Humanos, fue elegido en el año 1992.
Por su trabajo en este campo, es considerado presidente vitalicio a nivel nacional, dice Holger Dután, miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Azuay, para quien monseñor Luna constituye un ícono de todos quienes están comprometidos con los derechos humanos.
A su parecer, monseñor tiene una personalidad multifacética, pues desde que lo conoció intervino en varios ámbitos, además acompañó en la defensa de los derechos humanos en la década del 80, considerada la época más difícil.
Recuerda que participó en los procesos sociales de la provincia, tales como en la Constitución de la Asamblea del Pueblo del Azuay y en cambios importantes en el aspecto religioso, rompiendo incluso ciertos mitos y, sobre todo haciendo que los católicos entiendan que la iglesia no es solo para rezar sino para comprometerse con los sectores más vulnerables.
Destaca la defensa a la mujer, a la madre y su posición firme de apoyo a las estudiantes que eran mal vistas en los colegios por quedar embarazadas, asegura que orientaba hacia una política de respeto a los derechos humanos.
“Él fue un referente internacional, su casa fue un centro para recibir a muchas personas de diferentes ideologías.
Incluso el propio presidente Rafael Correa, cuando iba a hacerse cargo del Ministerio de Finanzas hizo una visita previa a monseñor para pedir su bendición para que su gestión sea positiva”, recuerda Dután, quien compartió por última vez con monseñor Luna hace seis años. (JBS)-(I)
Fuente: El Mercurio
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