Borrero: “La estructura de la salud está carcomida por la corrupción”
El vicepresidente Alfredo Borrero lidera la vacunación contra el Covid-19 y la recomposición del sistema público de Salud y dice que los problemas de los hospitales del país tienen una matriz común: la corrupción.
El Gobierno de presidente Guillermo Lasso ha emprendido, casi en paralelo, dos tareas relacionadas con la salud: liderar un plan de vacunación contra el Covid-19 masivo y mejorar el sistema público de salud, usado en la pandemia como una fuente de corrupción y negociación política.
El presidente delegó esa tarea en el vicepresidente Alfredo Borrero, quien en un amplio diálogo con PRIMICIAS explica qué se encontró en los hospitales del país y cómo se arma el plan para mejorar la atención y desterrar la corrupción.
¿Cómo es que decidió usted, como médico, ver un evento tan inusual como una pandemia y decidir entrar en política cuando hay que combatirla?
Yo estaba dedicado a la academia, como decano fundador de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UDLA hasta que el 16 de marzo (…) comenzamos a vivir la realidad de la pandemia.
Esa realidad era un tema que nos obligaba a los ciudadanos a tomar una posición y ahí es cuando Guillermo Lasso me llama para formar el fideicomiso Salvar Vidas (…). Formamos el fideicomiso y entregamos equipos, insumos, medicamentos, ventiladores a más de 350 hospitales en el país. Es decir, sin ser gobierno ya fuimos gobierno.
¿Cuál es mi lectura particular de la pandemia como médico? La pandemia develó la triste realidad de la estructura de salud del país: una estructura de salud que estaba carcomida por la corrupción. Una corrupción que viene desde hace algún tiempo porque se han construido hospitales con sobreprecio, se han comprado ambulancias que era camionetas. Se compraron, ya en pandemia, fundas de cadáveres que costaban USD 14 en USD 160.
Ante eso la obligación de los ciudadanos, y de quienes no hemos estado nunca ejerciendo un cargo público, fue meterse a tratar de ayudar y solucionar con actividad positiva y pensamiento crítico los problemas de salud.
¿Entonces fue la indignación que le llevó a dar el paso de entrar en la vida pública?
Así es. Me acuerdo que una tarde de domingo, me llamó el presidente Guillermo Lasso, y yo estaba con mi esposa y cuando Guillermo me propuso, yo en mi fuero interno me asusté. Porque la responsabilidad que él me encomendaba era muy grande: acompañarle en el binomio y dedicarme al tema de salud.
Mi esposa me dijo “Alfredo este es el momento que usted puede ayudar a más gente”. Yo he tenido una visión social en la medicina: recorrí el país en brigadas médicas, fui director del Hospital Metropolitano durante nueve años y acompañé a la Fundación Metrofraternidad. Ese componente social que me acompaña me obligaba a decir que sí.
¿Al llegar a la Vicepresidencia descubrió que esa situación que usted veía desde la indignación era peor de lo que imaginaba?
En la campaña recorrí más de 50.000 kilómetros y mi objetivo era visitar los hospitales. Pero sí, una cosa es ver eso siendo un candidato o un ciudadano que busca una dignidad y otra es como una autoridad de gobierno.
A los pocos días de asumir la Vicepresidencia comencé a visitar los hospitales. Hemos recorrido más de 17 provincias y más de 50 hospitales (no voy a dejar de visitar las provincias restantes) y de manera sorpresiva (…) en la noche, por ejemplo, cuando la realidad de los hospitales es diferente.
Esto me lleva a la conclusión de que la salud está enferma, esa es una frase muy dura porque la salud debería ser saludable.
¿Qué pudieron encontrar en esas visitas?
Encontramos el mismo ‘cliché’ en todos los hospitales: la problemática tiene que ver con la estructura de los hospitales, con la infraestructura, con los años, pero sobre todo con un tema que les une y que es la corrupción.
Una corrupción que ha contribuido a que los dineros destinados al servicio, a la compra de insumos, medicamentos o equipos, han servido -como todos sabemos, porque ese no es un privilegio de información- a engrosar los bolsillos de unos pocos.
Encontramos problemas de tipo estructural, de instituciones que en algunos casos funcionan, como el hospital de Alausí o el de Pedernales -donde se llevaron USD 8 millones-, en un hospital móvil que es una estructura temporal y de emergencia (…)
Eso ha llevado a que no tengamos insumos, no tengamos medicamentos, los equipos están dañados, los tomógrafos están sin funcionar, los ecógrafos tampoco, los laboratorios no operan. Porque existe una telaraña tejida particularmente por debajo para que esos pacientes sean referidos a centros privados.
¿Eso de mantener todo dañado para enviar pacientes al sector privado es la forma de corrupción dominante?
Corrupción no es solo usar el dinero ajeno, esa es la parte central. Corrupción también es ver que las ambulancias están dañadas y no arreglarles, o ver hospitales -como el Jaime Roldós Aguilera de Ventanas- que tiene equipos de laboratorio, pero no hace ni un examen de orina.
Entonces la corrupción monetaria también se vuelve corrupción social y eso desgrana la estructura y el andamiaje del concepto vital que tenemos quienes hacemos salud que es el servicio a los demás.
Es una madeja de corrupción de diversos sentidos, pero todo deriva en una salud enferma: pacientes que no tienen medicamentos, que dicen “llevo cuatro horas esperando en emergencia y nadie me atiende” y así sucesivamente.
Cuando visito los hospitales voy a la cocina, a la lavandería, visito las bodegas y jamás utilizo el ascensor, porque así tengo la posibilidad de encontrarme con pacientes o familiares en las gradas y me van contando sus problemas en el camino.
Luego en la noche con el equipo consolidamos esa información detallada de lo que vimos y cuáles son las recomendaciones para lograr una mejora que puede por ahora será temporal, porque nuestro objetivo definitivo está enfocado a cambiar el modelo de atención.
¿Cómo van a desenrollar esa madeja de corrupción, si quizá hay funcionarios que siguen pensando con esa lógica corrupta?
Hay todavía gente, porque recuerde que hemos pasado 14 años en un mismo sistema y en tres meses es difícil, porque tenemos que desenrollar la madeja hasta encontrar el hilo conductor.
Primero tenemos que contar con el capital humano (…) hay que ir cambiando el personal, no solo gerentes y directores porque los altos mandos a veces no avizoran lo que está pasando más abajo. Con el diagnóstico que hemos hecho ya tenemos un plan de solución, por eso por ejemplo el Ministerio de Salud declaró una emergencia focalizada para la compra de medicinas.
Pero tenemos una propuesta más amplia, queremos sacar la compra pública y hacer que en los hospitales se queden las farmacias de hospitalización para tratar de que el paciente cuando llega a buscar su medicamento no le digan “no tengo”, sino que con una receta electrónica buscamos la trazabilidad del medicamento y el paciente puede retirar su medicina en cualquier farmacia.
Estamos buscando la manera de implementar la historia clínica única y electrónica y el recetario electrónico, con lo que vamos a poder saber en qué parte de camino está el paciente como tal y su medicamento.
El anuncio sobre las farmacias ya generó oposición y muchos críticos la calificaron como una forma de privatizar la salud ¿Es eso?
No. Yo quiero ser enfático en esto. Nosotros no vamos a privatizar la salud, lo que queremos es que la salud pública sea mejor que la salud privada, que tenga una atención digna y oportuna. Nos topamos con varias aristas y una es la escasez de medicamentos que no hay en los hospitales. Por lo tanto tenemos que buscar el objetivo final que es que el paciente reciba su medicamento.
Esto genera urticaria, porque hay muchos poderes fácticos a los que no les gusta, que siguen medrando del Estado y nos hemos enterado del tema de las compras, que han existido sobreprecios y que se les da la compra de medicamentos solo a un grupo reducido de empresas, lo cual es otra de las formas de corrupción.
Si conseguimos el resultado final que el paciente tenga su medicamento, puede ser que uno de los caminos sea exteriorizar las farmacias y eso significa que el Estado deja de comprar.
El gobierno anterior quería comprar USD 1.000 millones en medicamentos, de los cuales estaban destinados USD 700 millones a la compra y USD 300 millones a la distribución. Nostros dijimos que no estábamos de acuerdo y eso se paralizó, porque es una cifra astronómica.
¿En el caso que usted habla el Estado sería el que paga directamente a las farmacias que le darían la medicina al paciente?
Exactamente. Viene un proceso mediante el que todas las farmacias se inscriben, buscamos el mejor precio de un medicamento de calidad y la negociación es directa. Uno de los caminos pudiera ser que al terminar el mes el IESS o el Ministerio de Salud pagan por lo que se entregó en medicamentos. Lo cual saca a las instituciones del Estado del proceso de compra.
Ese es un camino, que como lo hemos dicho, no está escrito en piedra. Estamos buscando lo mejor, donde prime la calidad, precio y que no exista atisbo alguno de corrupción.
¿Hay dinero para todo esto? ¿Para la historia universal, el recetario electrónico? Le pregunto porque todos sabemos que Ecuador no atraviesa una etapa de bonanza…
El Ministerio de Salud Pública tiene un presupuesto de USD 2.800 millones, el IESS en el área de salud tiene unos USD 1.400 millones. Si sumamos los dos estamos hablando de más de USD 4.000 millones.
En economía de la salud se habla de priorizar los gastos. Si no priorizamos y destinamos el gasto a temas rimbombantes, a equipos caros que nunca se utilizan y no compramos lo que deberíamos no hay presupuesto que alcance (…)
Si el dinero se destina con fines específicos y con claridad sí alcanza, pero si compramos fundas de cadáveres que cuestan USD 14 y pagamos USD 160 no va a haber dinero que alcance.
El plan de vacunación
A estas alturas el cumplimiento del plan de vacunación parece inminente ¿Nos puede contar cómo se hizo para conseguir vacunas y armar un plan que funcionó?
En septiembre de año pasado, cuando estábamos en todavía como candidatos, Guillermo Lasso me pidió que conforme un equipo de técnicos sobre vacunación. Convoqué a esos expertos y comenzamos a hacer un análisis de los caminos para tener un plan de vacunación donde no se meta la política.
Cuando pasamos la primera vuelta inicié un viaje al exterior para tomar contacto con los CEO de las compañías que vendían las vacunas para conocer el mecanismo e ir abriendo la puerta, luego con gente del BID. Y cuando ganamos las elecciones el Presidente nos reunió y dijo “bueno, presénteme el plan de vacunación porque voy a liderar esto”.
Con eso comenzó lo que llamamos “la política de las vacunas”. Es decir, el Presidente tomó contacto con todos los que tenían que ver con la producción de vacunas: desde los presidentes de China, de Rusia, de Estados Unidos, para buscar el mecanismo para que nos comiencen a llegar vacunas.
Desde que empezó nuestro plan hemos ido incorporando nuevos actores, como el Consejo Nacional Electoral para darnos las matrices de los votantes y a localizar los centros de vacunación, porque ya estábamos ideando la vacunación masiva. Luego el Comité Empresarial que dijo “no queremos comprar vacunas, denos las vacunas y nosotros ponemos los insumos”.
Esta ya no es un plan de Gobierno, es una cruzada nacional. Solamente ayer (miércoles 18 de agosto) se aplicaron 364.000 vacunas. Vamos a cumplir con la vacuna y vamos a tener lo suficiente por si hace falta aplicar una tercera dosis.
¿Qué es lo que se viene después? ¿Cómo proyectan el futuro de la vacunación? Porque esto no se va a acabar ahora
Ahora bajamos el pedal del acelerador de primeras dosis -porque ya teníamos un número importantísimo- y apretamos el acelerador de segundas dosis para inmunizar a un promedio de entre 320.000 y 360.000 personas diarias. En la fase 1 vamos a llegar a más de nueve millones de ecuatorianos aplicados las dos dosis.
Bajamos el piso de la edad de 18 a 16 años, luego empezamos a vacunar a niños y jóvenes desde los 12 años y a madres embarazadas.
¿Qué va a pasar después? Vamos a seguir vacunando, porque esto no termina aquí, quizá a exigir una tercera dosis y vamos a tener que vacunarnos regularmente, probablemente a partir del próximo año vamos a iniciar el proceso de terceras dosis.
Por lo tanto no vamos a parar la vacunación, probablemente vamos a aflojar un poco el acelerador porque la gente está cansada, la gente que ha trabajado desde enero es la misma; hemos tenido ayuda, pero peso fundamental ha estado en los hombros de los empleados del Ministerio de Salud.
Vamos a seguir haciendo acopio de vacunas. Hasta fin de año vamos a tener unas 30 millones de dosis. de los 20 millones de vacunas iniciales que entre comillas el Gobierno del expresidente Lenín Moreno “había conversado”, solo dejaron negociadas dos millones, los otros 18 millones negociamos nosotros y seguimos negociando.
El Presidnete habló con el presidente Vladimir Putin para tener las vacunas que producen ellos. También se habla de la posibilidad de tener un centro nacional de producción de vacunas y se ha hablado con varias de estas para ver la intencionalidad.
Sabemos que será un proceso largo, pero pensamos en el futuro.
La vacunación ya está contemplado, pero tenemos que resolver los otros problemas de la salud que por el momento estamos en el diagnóstico y que pronto se evidenciará.
Fuente: Primicias