Diversos estudios han analizado la influencia de numerosos aspectos en la educación infantil, como por ejemplo la enseñanza de estrategias cognitivas y metacognitivas como una vía de apoyo para el aprendizaje autónomo, el impacto de los medios y contenidos audiovisuales y multimedia en la potencialización de las capacidades, entre otros. No obstante, existe una realidad irrefutable que radica en que todo niño aprende por imitación, o dicho de otra manera, todo niño aprende con el ejemplo. Ponce Martin expresa: “Si alguien nos preguntara sobre algo que nos han transmitido nuestros padres y que ha sido importante para nosotros en nuestra vida, seguramente señalaremos algo que hemos observado en su conducta de manera repetida. Esto nos habrá influido tanto de manera positiva como negativa, y es muy probable que nos encontremos actuando de forma muy similar ahora como adultos”. Es por esto que estadísticamente se indica que en cerca del 80 % de los adultos que presentan conductas erráticas se deben a problemas que afectaron su desarrollo en el proceso de crecimiento.

Estas cifras no solo nos hablan de la niñez, sino también de las etapas posteriores en las que se incluye la adolescencia. Imaginemos que durante nuestros primeros 20 años de vida escuchamos como algo común y corriente los casos de corrupción y cómo la cultura popular tiende a resaltar la “audacia” de aquellas personas que obtienen beneficios personales y económicos de los espacios de poder, inclusive la relacionamos como un tipo de victoria en el aspecto social sobre aquellos que han trabajado con ahínco. Un agravante de esta situación es que vemos cómo en su gran mayoría los corruptos caminan por las calles libres de toda culpa, y continúan delinquiendo desde cualesquier espacio que puedan tener; inclusive continúan ocupando cargos públicos. Con esto estamos logrando caracterizar a la corrupción como un ente “cultural” y obteniendo la “perversión de la integridad” de las futuras generaciones.

A los niños y jóvenes se les educa pensando que es más importante conocer a alguien que conocer, como verbo de “conocimiento”. Varios escritores de universidades extranjeras mencionan la frase “It is not what you know but who you know” como aquella que condena al joven a la mediocridad y al servilismo, en vez de encauzarlo hacia una fructífera meritocracia. Cuando asumimos que “el que no transa no avanza”, afirmamos y enseñamos de manera directa que las otras vías legítimas de ascenso social y progreso son superfluas y poco efectivas. Entonces, aquellos jóvenes que deben ser el futuro de la patria, no generarán el cambio social, migrarán hacia otros países y, por ende, el Ecuador no tendrá el desarrollo que esperamos quienes queremos ver días mejores.

Ya no basta solo educar con pedagogía, pues diversos estudios de universidades, como Harvard, indican claramente que el impacto de las denominadas adversidades durante el crecimiento llega a deteriorar la conducta en casi el 90 % de la población de estudio. Entonces, si no castigamos al corrupto, estamos enseñando a la futura generación a aceptarlos y propender a serlo. (O)

El Universo

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