La Fiscalía General, como institución, ha sido históricamente una institución camaleónica, un saurópsido cuyo rango oculomotor ha dependido de la coyuntura y sus cromatóforos han hecho que mude de color según los proyectos personales de quien la ha dirigido.

Sí, ser Fiscal General es el cargo de mayor importancia y poder en este país. El Fiscal General está a un dedo del cielo, puede extender su lengua retráctil y deglutir al presidente de la república cuando tiene hambre; puede aplastar al ministro más poderoso; puede colocar a las fuerzas del orden de rodillas.

Sí, ser Fiscal General es el cargo de mayor responsabilidad del país, sobre todo, porque con el cargo, viene la obligación de curar a la sociedad de las infecciones purulentas que la acechan.

Y con el cargo han llegado ideologías, proyectos personales, posturas inclaudicables, que hacen que quien ha ostentado el cargo sea igual de humano que siempre, pero ahora con la capacidad de lograr, con solo apretar un botón, todo lo que sin poder no podría hacer. 

¿Pero de qué se trata esta columna? Tranquilos, ya mismo llegamos.

Hoy les voy a narrar, desde la era de Galo Chiriboga, como ha cambiado de tonalidad la Fiscalía General, para que entendamos el camuflaje inevitable que deberá optar quien reemplace, el próximo año, a Diana Salazar.

Galo Chiriboga tenía una obsesión: quería ser presidente de la Corte Penal Internacional de la UNASUR; corte que, por cierto, nunca llegó a existir, pero que, cuando se proyectaba, requería que quien ostente su presidencia sea un hombre o mujer que hubiere realizado grandes actos en defensa de los derechos humanos a través del Derecho Penal.

Por eso en la administración de Galo Chiriboga el presupuesto de Fiscalía se destinó a su famosa unidad de investigación denominada “Comisión de la verdad y derechos humanos”, que se dedicó, casi exclusivamente, a procesar a policías y militares (ya jubilados) que en los años ochenta y años noventa persiguieron a Alfaro Vive Carajo, Montoneras Patria Libre, el Niño del Terror, etc. 

Su administración fue contundente en llevar a juicio a generales octogenarios que combatieron a los terroristas de antaño que, “rehabilitados”, ocuparon altos cargos de poder entre el 2006 y el 2017. Aunque también se le ha de reconocer dos enfoques incontestables: su inversión en las unidades de género destinadas a proteger a víctimas de violencia doméstica y sexual y, claro, su capacidad para utilizar la Fiscalía como brazo aniquilador contra los enemigos intelectuales del régimen, haciendo caso omiso a los asuntos de corrupción. ¿Ven? Una de cal y otra de arena.

Pero el tiempo se le acabó a Galo, la UNASUR nunca creó tal corte y lo reemplazó Carlos Baca Mancheno, cuyo paso por la Fiscalía fue tan fugaz que finalmente nunca supimos cuál era su proyecto personal, aunque hemos de reconocerle lo que la historia intenta borrar: él fue quien procesó e hizo posible el juzgamiento y caída definitiva de Jorge Glas, así como de la debacle de los ministros salientes del correísmo.

Luego llegaron Paúl Pérez y Ruth Palacios, grandes seres humanos, cuya posición de “encargados” no les permitió imprimir su sello personal. Y así, por fin, llegaría Diana Salazar, tras ser electa en un concurso de méritos y oposición.

Diana Salazar fue la primera que pudo dar una vuelta de tuerca a los proyectos del tío Galo, prácticamente desmanteló a la comisión de la verdad y destinó el escaso presupuesto de Fiscalía a las unidades denominadas “Unidad de delitos contra la administración pública”; “Unidad antilavado de activos”; “Unidad de transparencia y lucha contra la corrupción”. 

Sí, ella de un brochazo borró la inversión en unidades destinadas a investigar hechos sucedidos en el siglo pasado y se enfocó en el combate contra la corrupción. Así, decapitó ministros, desnucó expresidentes, aniquiló a mandos medios.

Pero claro, su tiempo, como el tiempo de todos, también está por acabar y ahora vendrá un nuevo o nueva Fiscal General. Los postulantes empezarán el concurso en mayo 2024 y quien salga vencedor asumirá el cargo en mayo 2025. 

Y sobre esto se trata esta columna (perdón por decirlo casi al final): sobre el color del camuflaje camaleónico que deberá asumir el nuevo semi-dios virtuoso-vicioso. ¿Lucha por los DDHH como tío Galo? No hay ni dinero, ni paciencia, ni vergüenza, ni tiempo. ¿Lucha contra la corrupción como Diana? No hay ni interés mediático ni pintas de sangre suficientes. 

Ajá, el nuevo Fiscal General del Estado, obligado por la gravedad (en sentido de importancia y gravitación), deberá destinar todo el presupuesto a otras unidades: “la UNIDOT” y la “FEDOTI”, unidades especializadas en el combate al narcotráfico y al crimen organizado nacional y transaccional. Diana Salazar ha puesto la primera piedra en esta guerra contra el terror.

Por eso mis respetos a quien tenga los ovarios o cojones de postularse. Su misión política (sí, dije política) será combatir ya no a los que se llevan recursos de un ministerio, sino a los que responden con un calibre que ningún sistema de blindaje aguanta.

El nuevo Fiscal General tendrá que ser un baluarte en la lucha contra la criminalidad más sanguinaria y mortal y deberá asumir el daño colateral que representa: su familia, hasta la cuarta generación, estará en riesgo de muerte. Los años que le queden de vida, deberá estar alerta a una bala sospechosamente perdida.

Quien venga después de Diana recibe un país atiborrado de larvas cadavéricas. No tendremos un nuevo Fiscal, sino un Rambo-Médico-Intensivista-Abogado-Suicida.

Por eso quiero conminar a los y las candidatas que vendrán que lo hagan sabiendo en lo que se meten, a estar dispuestos a presentar esta batalla con miedo, pero sin rendición, a entender que la tarea que asumirán es la más terrible, arriesgada e importante de la historia del país. 

Y si no van a cambiar la política criminal de la Fiscalía hacia ese color que el camaleón exige para la supervivencia del país, hagan el favor de quedarse en pijama en sus casas y no concursar.

Y por eso, por eso, la seguridad armada para los candidatos a Fiscal General deberá existir por primera vez en la historia, pero además, con más seriedad que nunca en la historia.

Amigos, enemigos, conocidos, pero en fin, compatriotas: el país agoniza y urge, con urgencia (así, con cacofonía y todo), que quien asuma ese cargo sea un o una patriota inclaudicable, comprometida, incorruptible y de una valentía de otro mundo.

Mucha suerte a los candidatos que vendrán, porque la necesitarán, y mucha.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

Fuente: Primicias

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