Experimento de aislamiento humano, 40 días dentro de una cueva
¿Qué pasa cuando metes a un grupo de personas a una cueva sin luz natural, sin reloj, sin celular, sin ningún tipo de comunicación externa y permanecen bajo la tierra durante 40 días?
MIAMI, EE. UU. – Bajo tierra, sin luz natural, sin reloj y sin ningún tipo de comunicación permanecieron 15 personas durante 40 días en una cueva en Francia. Los valientes formaron parte de un experimento denominado “Deep Time” en el que los científicos buscan entender cómo se adaptan las personas a cambios drásticos en sus vidas influenciadas por el medio ambiente.
“La idea principal de este experimento fue tratar de comprender cómo un ser humano puede encontrar una solución para adaptarse a un nuevo tipo de situación y si el cerebro encuentra una nueva forma de trabajar cuando no tienes sentido del tiempo”, dijo a la Voz de América el explorador Christian Clot.
En la misión descubrieron que en un principio los participantes se concentraron en su adaptación individual, cada uno se enfocó en sus propias necesidades, sin embargo unos 15 días después, empezaron a juntar esfuerzos señaló el Clot.
“Encontrar soluciones para trabajar con otros para tener una forma de pensar colectiva y tuvimos una adaptación grupal”, explicó.
Los científicos del “Human Adaptation Institute” analizaron las interacciones, los patrones de sueño y el ritmo del cerebro. Descubrieron que el reloj biológico en una situación extrema es poco fiable ya que todos perdieron la noción del tiempo, afirmó el investigador.
“Este tipo de experimentos ayudarán a comprender un poco más cómo podemos ayudar a las personas a aprender y prepararse para enfrentar este tipo de situaciones”, dijo Clot.
También destacó que la pandemia ha dejado en evidencia que la realidad puede cambiar intempestivamente por lo que hay que estar preparados, además observaron que la codependencia a los celulares y a las rutinas cotidianas se esfumaron en la cueva.
“Todos olvidamos rápidamente el teléfono, los correos electrónicos, no teníamos ninguna información externa y solo teníamos que escucharnos a nosotros y al pequeño grupo”.
Para el investigador una de las paradojas más interesantes del experimento fue que a pesar del encierro y la desconexión, hubo un común denominador.
“La sensación de libertad era mucho más grande que afuera, esto fue increíble porque estábamos encerrados dentro de la cueva”.
Fuente: La Voz de America