Vivimos en una sociedad materialista, individualista y discriminadora, que festeja al padre, cada vez más, en un ambiente mercantilista, con afanes de lucro y la pérdida de sentimientos; celebrándolo muchas  veces como algo obligatorio y con disfrute de los sentidos, relegando a un segundo plano la verdadera intención de la celebración, es decir el reconocimiento sincero y cariñoso al hombre que vive por y para su familia, con la expectativa de verle siempre unida, obviando muchas veces la pobreza.

La pobreza, condición de la mayoría de ecuatorianos, no es un estigma, por el contrario, invita al disfrute de lo que se tiene, al respecto, es oportuno traer a la memoria algunos párrafos de Paulo Coelho, cuando nos narra lo que su hijo le manifestó luego de salir al campo por  invitación suya a  “conocer a los pobres”: ¡Papá los pobres tiene más perros que nosotros; más  agua cristalina en un río sin fin; viven amplios en los campos más allá de nuestra vista; no compran comida porque siembran y cosechan; no viven entre alarmas y rodeado de un muro; no viven conectados a un celular o computadora, y lo más lindo papá, que tienen mucho tiempo para conversar y vivir en familia, en cambio a usted  casi no le veo y no conversan conmigo!. ¡Gracias, papá, por enseñarme lo pobres que somos!

La pobreza, sin tratar de enaltecerla, tiene más sentimientos que se viven, muestra más sinceridad a los reconocimientos en vida que a los materialismos de compromiso, y sobre todo, se valora más la labor sacrificada de los padres que con mucho cariño y esfuerzo llegan con el pan para sus hijos. La pobreza no es un obstáculo para manifestar cariño y compresión, antes, por el contrario, hace que se mantengan vivos los valores y sobremanera el amor a la familia.  En este contexto, que: ¡VIVA! el día y mes dedicado al padre, no importa, aunque sea por unos momentos la pobreza, lo que importa es lo nuestro, unidos por amor, aunque necesitados en un entorno, EN DONDE TODOS QUIEREN SER PRESIDENTES. (O)

Fuente: El Mercurio

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