Wilson Aurelio Hernandez
Por: Wilson Aurelio Hernandez

Se pasaron más de una década pregonando y amasando el mito de una revolución, y de a poco, en la biografía de los “revolucionarios”, todo se va convirtiendo en peste. Peste de la cabeza a los pies. Peste de Carondelet a la Asamblea Nacional. Peste, peste y más peste heredó el pueblo ecuatoriano de tan nefastos “revolucionarios”.

La mácula más reciente en el torvo rostro de los “revolucionarios” es la lacra de los diezmos cobrados por asambleístas a funcionarios que, para obtener o mantener sus empleos, tenían que entregar parte de su salario a sus favorecedores.

Los revolucionarios se creían dioses; pero delinquieron como desalmados. Como se creían dioses, se vieron con derecho a exigir y recibir los diezmos por las bendiciones que sobre sus fieles derramaban… Las leyendas urbanas hablan de legisladoras que exigían a servidores (asesores, secretarios, choferes y más) el pago mensual de un diezmo que no podía fallar. Los diezmos, según tímidas narrativas de algunas víctimas, debían ser complementados con servicios y adulaciones, no sólo a quien gestó el favor del empleito, sino también a los familiares de quien le favoreció.

Las víctimas, para conseguir o mantener la gracia del empleo, aceptaron la extorsión, porque llevar pan a la mesa de la familia, aunque éste llegara diezmado por la mordedura de los desalmados, era más importante que reclamar sus derechos al amparo del Código de Trabajo. Se sentían tan vulnerables en épocas ¨revolucionarias¨, que no se atrevían a hacer valer sus derechos. No pagar o cuestionar el pago del diezmo era el principio del fin…del empleo. Y eso, en un país con pocas oportunidades de empleo, no le estaba permitido a un ciudadano honrado que quería trabajar.

Ya hay asambleístas destituidas de sus cargos por el peso de las evidencias presentadas contra ellas; pero, ellas no quieren ser las únicas. Pues, saben bien que Alianza País era un movimiento orgánico, hasta en la corrupción. La caja de pandora está abierta, y los males cultivados por los ¨revolucionarios¨ no dejan de saltar de su interior. Los diezmos parecen ser lo del momento. Los males seguirán saliendo y más, y más, y más ¨revolucionarios¨ se vestirán de rayas e incrementarán la ira de un pueblo que aún no despierta del todo de la larga pesadilla ¨revolucionaria¨.

En realidad, esto que la prensa y la opinión pública, de manera eufemística llama cobro de diezmos, es extorsión.  Es un delito claramente tipificado en el Código Orgánico Integral Penal y debe ser juzgado y penalizado por la justicia como tal. Si la Fiscalía no actúa y sanciona a los culpables, entonces entenderemos que tenemos una justicia complaciente con la corrupción y proclive a la impunidad.

Cualquier asambleísta o funcionario público que haya exigido y recibido los malhadados diezmos, habría violado el mandato del Art. 44, literal d), del Código de Trabajo y debe ser sancionado conforme lo dispuesto por el Art. 185 del Código Orgánico Integral Penal (COIP).

Los diezmos exigidos y cobrados por los ¨revolucionarios¨, constituyen una prueba más de que éstos no eran revolucionarios, eran y son una horda más de las tantas que, con demagogia, prepotencia y corrupción, le han robado y le roban descaradamente al pueblo ecuatorianos. Se merecen el repudio popular, la cárcel y la muerte civil.

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