Partidos políticos, candidatos, promesas y voto popular.
Cierto es, que para postularse y optar a un cargo de libre elección, es necesario que un partido político legalmente reconocido lo respalde; y, ello hace que, aquellos partidos tengan una enorme responsabilidad, no con ellos, sino con el pueblo, de postular a los mejores hombres y mujeres.
No es posible que a título de ganar las elecciones los integrantes de los partidos políticos quieran hacer o deshacer todo de acuerdo a su voluntad y criterio muchas de la veces alejados de la ética y la moral, con el pretexto de que recibieron el respaldo popular en la urnas.
Ya en el ejercicio de funciones, las buenas intenciones y promesas poco o nada se cumple, cambia el discurso y tergiversan las cosas. Como es lógico surgen los reclamos y, alli salen las verdaderas personalidades de los gobernantes quienes investidos del poder dado por el voto, exclaman “ganen las elecciones” para que puedan reclamar.
Exclamación irónica, cínica, llena de sinvergüencería e ignorancia. El voto en las urnas verdaderamente otorga a los ciudadanos el derecho de ejercer la administración pública responsable y transparente en bien del país, provincia, cantón o parroquia, puesto que son sus recursos los que están en juego y por ende el futuro de todos.
Mas nó, es un “cheque en blanco” con el cual los favorecidos con el respaldo popular puedan llenarlo buscando su bienestar personal, familiar o del partido político que los propició. “Ganen en las urnas”, nefasta aseveración con que blindan los políticos desalmados para legitimar sus bajos instintos.
La responsabilidad de los partidos políticos será velar por los intereses colectivos del pueblo, de la ciudadanía. De allí la obligación de que se nutran de personas probas, identificados como buenos ciudadanos, que vayan y presten sus servicios no mirando sus intereses ni de sus coidearios cercanos.
Todas las personas (claro está aquellas que no incurran en las prohibiciones) tienen el derecho de ser postuladas a ejercer algún cargo, pero no todas están en la capacidad de ejercerlo. Todas las listas deberían estar llenas de candidatos idóneos y no de elementos cuestionados, incapaces de asumir el rol o fácilmente manipulables, inscritos sólo para llenar un requisito.
Y a los ciudadanos, tocará también observar. No quien más ofrece, abraza o en campaña regala, es el el mejor, la culpa finalmente siempre tendrá el electorado, si se deja engañar o analiza las mejores propuestas. Porque cierta también es que “Curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado.” A.M.
Por: Eloy Peralta Q.