El despertar gastronómico de “La Achira”
Como si se hubiera dormido en el pasado, el sentido que tenía el vivir en esta tierra que nos vio nacer, crecer y a la vez comer de sus frutos que tenían identidad propia, que nos han emitido hasta un sobre nombre “Achira Pupo” pero que al pasar de los años sus virtudes se han desnaturalizado en la decadencia de dejar de consumirla, de dejar de sentirla nuestra, con una notable escasez de amor propio, ahora es más ornamental, se ha constituido en un patrimonio intangible.
La “Achira” se consume desde muchos años atrás, cocinando sus raíces y extrayendo el almidón para la elaboración del clásico “Pan o dulce de almidón de achira”.
La cualidad y calidad de sus hojas, raíces y almidón han sido un despertar de sabores y aromas en nuevas generaciones que hemos puesto en escena sin número de preparaciones con resultados extraordinarios, con una autenticidad que realza su terminado, por lo peculiar de su sabor logrado en boca, esa textura cremosa que deslumbra el paladar al sentir su pureza cargada de sensaciones nuevas que marcan un despertar gastronómico a la mano de un producto nuestro, capaz de interpretarse como un tubérculo, una fruta una fécula o una verdura representada en una hoja llena de espíritu que impregna su huella en el producto terminado.
Pasaría la vida viviéndola e imaginándola en que formas infinitas se fusionaría, se prepararía y se degustaría; son varios los sentimientos encontrados que he podido plasmar: por su estructura se elabora muy bien masas como pies, panes como mestizo, pan de almidón con queso mozarela, pan con almidón y queso molido, ñoquis, masas para galletas de vainilla, chocolate, los clásicos alfajores, panqueques, biscochos, cake con frutos secos, tortas, los infaltables envueltos en hoja de achira quimbolitos mixtos, tamales gironenses, ayampacos y maitos serranos con papa, mote y trucha del chorro, por su ligazón para elaborar coladas, compotas, salsas para acompañar carnes y mariscos, por su sabor para rellenos de pizza, pies, strudel, rollos de canela, pechugas y rollos de pollo, por su textura y definición helados, mousse, negritos y Cheesecake de achira…
Así como la vida terrenal se acaba, se me acabarían los días interpretándola, porque la ambigüedad con la que Dios la creo, me abre un horizonte interminable de posibilidades para preparar en sal y dulce… es mágica, simplemente ha sido una experiencia extraordinaria de vivirla “benditas manos de cocinero”.
Artículo publicado en el segundo fascículo de la Revista Girón 360º el 20 de Diciembre del 2015, por Marcelo Riera.
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