Hoy en día, hablar o escuchar sobre la corrupción es muy normal; ya no nos sorprende nada. Está enraizado en nuestra sociedad, es casi una tradición; es como encontrar un perro en la calle, un carro mal estacionado, botar el recipiente de agua o el papel del caramelo a la calle, o exceder el límite de velocidad… nada raro. 

Se ve por todas partes, a diario nos enteramos en los informativos, se rumora en cada red social. Esta peste no es de ahora, ¡no!, viene de décadas, o quizá siglos, ¿o siempre existió?. De ser así estaríamos condenados a seguir padeciendo y hasta quizá practicando con nuestra conducta oportunista. 

Lo que ocurre es que algunos casos estaban bien guardados y recién se descubren, y la pregunta es ¿qué más habrá aún en la sombra?. Esta respuesta, ojalá el tiempo nos divulgue qué y quiénes son los máximos corruptos; y, esperemos ver las sanciones justas y que paguen su culpa los responsables.

Pero lo que aterra por ahora, es esa actitud ciudadana, de querer justificar nuestros pequeños actos de corrupción que los vemos en la calle, en el parque, en el campo, en la carretera. Avergüenza escuchar a muchos, e intuir que sus valores, su moral, su ética… están supeditados a la desacreditada ética, moral y valores de los grandes corruptos. 

Vemos, principalmente en redes sociales, que incumplir con las leyes es normal y en ocasiones hasta aplaudido: el adueñarse de la vía pública y agredir al agente que intenta poner orden; el agente de tránsito que multó al chofer que infringe la ley es criticado; el construir o destruir sin permiso del ente competente; el cobrar un sueldo sin devengar con trabajo… entre una infinidad de ejemplos. 

Pero lo peor está por venir, todos estos actos alejados de la norma, la ética y la moral, aparentemente pequeños pero que ciñen igualmente en Io corrupto, lo intentamos justificar porque hay quienes han sobrepasado nuestros límites. Porque la otra persona hace las cosas más mal que yo, nos convencemos de que podemos hacerlo. 

Hace días un ciudadano filmó a una persona provocando un incendio forestal, la respuesta fue que, vaya a filmar a los corruptos y ladrones. Agentes de tránsito reciben hasta palizas por emitir un ticket de sanción a conductores infractores. Guardias ciudadanos reciben lo propio por desalojar a quienes se han adueñado de la vía pública. Quien atenta contra bienes públicos a pretexto de protesta social cree estar con derecho porque un burócrata se llevó el dinero de una obra. Un asaltante o ladrón de poca monta, se justifica porque al ladrón de cuello de blanco, un juez vendido lo dejó huir a otro país. 

Todas las faltas queremos justificarlas porque hay alguien peor, nadie puede poner orden porque tiene que ponerla primero en las grandes esferas. Es decir, mientras los grandes corruptos continúen libres en el país o prófugos por el mundo, estaríamos condenados a seguir soportando tantos otros actos corruptos que a diario ocurren en nuestro entorno.

Y así vamos criando niños y hombres con una mentalidad de justificarlo todo, porque los grandes corruptos lo hacen y no reciben sanción, ¿yo porque tengo que cumplir o ser sancionado?. Asi exigimos derechos sin mirar responsabilidades, y si podemos violar la ley y beneficiarnos, estaremos justificados, porque siempre habrá alguien más corrupto que nosotros.

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