Dr. Hugo Lucero L.
Por: Dr. Hugo Lucero L.

La mayoría de seres humanos como que estamos apresurados por despedir el año 2020, un año para muchos considerado como apocalíptico, un año que terminamos acorralados por un ser invisible que ha trastornado la consabida normalidad, un año que ha lastimado el cuerpo, la mente y el alma de innumerables humanos, y que nos mantiene en vilo ante lo desconocido. 

Queremos despedir lo más pronto a este 2020 que nos robó desde a NUESTRO PADRE, y hasta la oportunidad de relacionarnos físicamente con hermanos, familias, amigos y más personas; un año azotado por una pandemia que no respetó a pobres, ricos, negros, blancos, famosos, líderes, malos, buenos, jóvenes viejos, y hasta a los que se creen dueños del mundo. 

Se va el 2020, un año que desnudó las debilidades de los humanos al mostrarnos como mortales, pero que también nos dio a conocer la capacidad de resiliencia de muchos individuos ante los embates del coronavirus. La pandemia nos deja lecciones que no fueron aprendidas y practicadas oportunamente, como de la importancia de vivir en armonía con otros seres vivos como animales, plantas y la naturaleza; nos ha hecho razonar de que directa o indirectamente somos los responsables del daño ecológico que estamos causando al planeta tierra y los potenciales responsables de un apocalipsis.

El 2020 ha develizado la desigualdad social, la lucha entre seres humanos, y en lo positivo el rescate de valores que ya se estaban perdiendo como la solidaridad, amistad, compañerismo, vecindad, la caridad, el amor y el respeto al prójimo.

Se nos va el 2020, dejando en el tapete una serie de retos que deben iniciase con el acercamiento entre los mismos seres humanos, pensando que todos nos debemos a todos y que debe primar el apoyo mutuo para sacar adelante este tejido social que solo es una pequeña porción de lo inconmensurable que es el universo.

Se va el 2020 y debemos despedirle dando gracias al Creador que nos mantiene vivos a pesar de lo ingrato que somos muchas veces con los demás, pero, preferentemente con ese Dios del cual nos estamos olvidando.

Hugo Lucero Luzuriaga

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