Más niños intentan llegar sin papeles a los EE.UU.; lo hacen sin sus padres
La voz de Lucía se entrecorta cuando recuerda el momento en que despidió a Cristian, su nieto de 16 años. Dice que parados debajo de un árbol cargado de duraznos le dio la bendición y con sus brazos delgados lo abrazó fuerte por la cintura.
Era un martes de enero. Ese día, el chico empezó su travesía sin documentos a EE.UU.
La tarde terminaba en Turapalte, un poblado rural del cantón azuayo de Chordeleg. La abuela recuerda que en ese momento el adolescente se embarcó en la camioneta que lo esperaba y desapareció por el angosto camino de tierra.
Este Diario llegó a ese pueblo. Allí, la gente sabe que en estos meses los menores han viajado cada vez más y que lo hacen de forma irregular.
Muestran las casas modernas y dicen que todos se han ido. María, una artesana del lugar, enumera a los que ya no están. De las familias Ruiz, Sánchez y Chacón migraron los padres con sus hijos, de 9, 11 y 5 años. “Todos llegaron porque vi las fotos en el Facebook”.
Las autoridades parroquiales aseguran que están al tanto de lo que sucede. En poblados de Cañar y Morona pasa lo mismo. Como todo es clandestino, no hay cifras de cuántos se fueron. En Turapalte, las viviendas lucen vacías. En las calles casi nadie camina.
Cancillería dice que en un año vieron más casos de niños ecuatorianos que viajan a EE.UU. Una de las rutas aéreas que toman es por México.
Lo hacen con sus padres, pero cuando son sorprendidos por la Policía de Migración los abandonan, pues eso permite a los menores ser considerados viajeros no acompañados.
Así tienen un tratamiento especial. No van a las cárceles, sino que son llevados a albergues y se quedan en EE.UU.
Esa es la nueva forma para que los más pequeños lleguen a esa nación. Los moradores saben esta estrategia y dicen que el Presidente de EE.UU. también aseguró que facilitará la entrada. Pero él indicó que se quedaran en sus poblados.
De Turapalte además se marcharon tres hermanos de la familia Reinoso. El cuñado de uno de ellos migró con la esposa y la niña de 3 años. Los vecinos saben que la menor fue separada para cruzar la frontera y llegó a territorio estadounidense en un mes.
Los padres quedaron detenidos y a los cuatro meses -en febrero pasado- obtuvieron la libertad bajo fianza y lograron juntarse con la niña que ya se encontraba con los familiares.
Relaciones Exteriores advierte que en los últimos tres meses, 10 menores de Azuay, Cañar y Morona fueron reunificados con sus familias en los Estados Unidos. Ellos habían sido descubiertos mientras cruzaban la frontera sin compañía y trasladados a albergues, donde fueron atendidos.
Hace tres semanas, un adolescente, de 15 años, procedente de Morona Santiago, fue entregado a los tíos paternos que ya residen en esa nación. Sus padres están en el Ecuador.
La gente de Turapalte cuenta que las crisis económica y sanitaria aceleraron este fenómeno. En este sitio silencioso todos saben que en estos meses también salieron jóvenes y niños de las familias Chacón, Jayas, Yunga y Naranjo.
“El último que migró fue un joven de apellido Ruiz, que está en camino. Maribel, de 22 años, en cambio, fue deportada hace un mes”, comenta Lourdes, otra pobladora.
Los niños del pueblo sienten las ausencias. “Desde que apareció el coronavirus (en marzo del 2020) se han ido cinco compañeros con los que íbamos a la escuela y jugábamos fútbol”, cuentan dos pequeños que están al pie de su casa.
Estas historias, al igual que la de Cristian, son comunes escuchar. Un día desaparecen y luego de varias semanas o meses suben fotos al Facebook y dicen que ya están en EE.UU.
Fuente: El Comercio