Cuando tenía siete años, Olivia Farnsworth fue atropellada por un vehículo a alta velocidad. Su cuerpo fue arrastrado a lo largo de veinte metros en la calzada.

Su familia y testigos del accidente, atónitos por la tragedia, quedaron aún más sorprendidos cuando la pequeña se levantó, visiblemente herida, preguntando: “¿Qué sucede?”.

Este hecho dio inicio a un relato que hizo eco entre todos los ingleses y que se extendió hasta acaparar portadas de medios internacionales.

Olivia, quien exhibía raspones y quemaduras de hasta tercer grado en su cuerpo, se había quedado de pie con tranquilidad mientras que su familia la abrazaba con fuerza y la ambulancia llegaba.

El accidente sucedió en su pueblo natal, Huddersfield, ubicado en Inglaterra. El evento, que sumió en dudas a decenas de médicos en el hospital al que fue trasladada, adquirió más credibilidad cuando el galeno que la operó notó que la niña parecía no sentir dolor en absoluto.

Los médicos consideraron que Olivia salió con vida del siniestro por el hecho de que su cuerpo se mantuvo relajado durante la colisión, lo cual le otorgó a sus huesos mayor flexibilidad.

No obstante, la anormal resistencia al dolor que demostró la infante suscitó dudas entre el cuerpo médico y, en efecto, exámenes posteriores constataron que no se trataba de extrema rudeza, sino de algo mucho más complejo.

La investigación precisó que Olivia poseía una alteración en su cromosoma seis, en el que se regula la histocompatibilidad del cuerpo y, por ende, su respuesta inmune.

“El desorden cromosómico la hace inmune al dolor y no tiene ninguna sensación de peligro”, le contó su madre Niki Trepak al medio inglés Daily Mail.

No obstante, Olivia no solo era incapaz de sentir dolor, sino también hambre y sueño. Aquello había sido siempre un tema de discusión entre la familia antes del descubrimiento puesto que, desde que cumplió un año, la niña había tenido problemas para dormir y podía pasar largos periodos de tiempo de ayuno sin inmutarse.

La alteración cromosómica de Olivia intriga en demasía a los científicos debido a que la ausencia del cromosoma 6 prevendría que vida se desarrollase. No obstante, la niña tiene una ausencia de este hasta cierto punto, sin verse afectada más allá por su incapacidad de sentir hambre, dolor y sueño. (Pixabay)

“Olivia nunca lloraba, a los nueve meses dejó de dormir con normalidad el pelo no le creció adecuadamente hasta cumplir los cuatro años. A pesar de todo es una niña muy feliz”, contó la madre.

Su extraña condición, única en el mundo hasta ahora, le valió ser conocida como la “niña biónica”. Ahora, con trece años, vive con normalidad mientras que una campaña destinada a financiar investigaciones en torno a su alteración genética sigue en curso.

El Centro Médico Universitario de Groningen, ubicado en Países Bajos, encabeza los estudios en torno a ella, quien es objeto de grandes debates en línea en los que se argumenta si vivir con dicha condición sería algo beneficioso o un obstáculo.

Fuente: Vistazo

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