Por: Julio Espinoza C.

Esta fue la emotiva frase de despedida del papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, máximo representante de la Iglesia Católica en el mundo, quien dispensara una visita al Ecuador en condición de pontífice y Jefe de Estado del Vaticano. Carismático, comunicativo y sonriente huésped atrajo la simpatía y reverencia de millones de ecuatorianos que participaron en las misas campales celebradas en Guayaquil y Quito, como en otras actividades pastorales, académicas y culturales. Millones de ecuatorianos, a través de diferentes mensajes, expresaron su admiración por el Papa y siempre pidieron su bendición, como también se informaron, por medio de la prensa, la radio y la televisión, de tantas actividades que cumplió este extraordinario misionero. También el mundo estuvo atento a todas las largas jornadas que,  sin cansarse, llevó a efecto. El pasado miércoles se despidió del Ecuador, abrumado de la recepción que le dispensó el pueblo ecuatoriano, la Conferencia Episcopal, las autoridades del Gobierno y las entidades públicas y privadas. Se maravilló al ver y apreciar las iglesias de Quito y Guayaquil, sus veneradas imágenes, sus parques, sus plazas y el entorno natural en el que está enmarcado nuestro país. El comportamiento de millones de ecuatorianos, ante la  simpatía que desborda el Papa, su acercamiento a todos los estamentos sociales, fue ejemplar, de admiración y fe, reverencia y pleitesía. En los niños, jóvenes, ancianos y discapacitados, dejó impresa una huella indeleble de humanismo y solidaridad.

Sus mensajes estuvieron dirigidos a resaltar el valor de la familia en el mundo,  la paz y la justicia, y la urgencia de  preservar la Tierra, como nuestro hábitat. Hay necesidad de luchar por la inclusión social y evitar leyes represivas;  hay que apostar por la comunicación, la palabra es la chispa de la vida. Debe darse un diálogo sin exclusiones.  La Amazonía, reducto privilegiado que nos queda en el planeta, hay que preservarla, fueron las expresiones del Papa, quien el miércoles se despidió exclamando: ¡Hasta la vuelta! Luego de congratularnos por tan relevante visita, surge la pregunta: ¿Qué pasó con el golpe de Estado que anunciara un ministro, con la toma de Carondelet, los aeropuertos, puentes internacionales, palos con puntas, globos con pintura, gas pimienta, golpe que debían liderar algunos señores y otros “tira piedras”? ¿Pesadilla ministerial? (O)

Fuente: El Tiempo

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