Muere el Papa Francisco: así fue su última visita a Ecuador hace 10 años
El Papa Francisco falleció la mañana de este lunes 21 de abril a los 88 años. El argentino Jorge Mario Bergoglio fue el primer Sumo Pontífice latinoamericano, y el 5 de julio de 2015 visitó Ecuador. Fue la segunda visita de un Sumo Pontífice al país, tres décadas después desde que Juan Pablo II besara el suelo ecuatoriano.
Ahora que el Papa que llegó “desde el fin del mundo” ha partido, recordamos la cercanía que los ecuatorianos sintieron con Jorge Mario Bergoglio durante su visita. Queremos revivir los antecedentes, objetivos y momentos clave de un viaje que unió fe, política y emociones. Vistazo rememora su llegada y recorrido por el país de la mitad del mundo.
Mística, política y multitud
El contexto de este viaje se remonta a la profunda conexión de Francisco, argentino de nacimiento, con Latinoamérica y su deseo de visitar las “periferias” del mundo. La visita a Ecuador fue el tramo inicial de una agenda latinoamericana que incluyó Bolivia y Paraguay.
Su primera gira en América desde que asumió el papado en 2013 llegaba en un momento de agitación social en el Ecuador, con protestas a favor y en contra del gobierno de Rafael Correa por proyectos de ley sobre herencias y plusvalía, además de unas enmiendas constitucionales que se cocinaban en la Asamblea Nacional. El lema de su viaje, “Evangelizar con alegría”, adelantaba lo que sería su mensaje central: un llamado a la unidad, la paz y la inclusión.
El periplo comenzó en Quito, donde fue recibido por Correa, su esposa Anne Malherbe, el alcalde Mauricio Rodas y una comitiva oficial. En su discurso de bienvenida, el mandatario hizo varias referencias a citas dichas o escritas por su ilustre huésped y que indirectamente relacionó con su gestión gubernamental. Sobre esa escena, Patricia Estupiñán escribió en Vistazo: “Con arrogancia, el Presidente convirtió el saludo de bienvenida al Pontífice en una cátedra de su filosofía de gobierno”.
Francisco respondió con calidez y dirigiéndose al presidente Correa le dijo:
“Le agradezco, señor Presidente, por sus palabras. Le agradezco su consonancia con mi pensamiento, me haya citado demasiado”.
Al hablar a los fieles que lo esperaban en el país, mencionó: “El pueblo ecuatoriano se ha puesto de pie con dignidad”. Esta última fue también una de las frases que cada uno de los sectores políticos interpretó a su favor. “El legado inmediato del papa Francisco, por lo pronto, consiste en una legión de exégetas o, intérpretes de su pensamiento”, escribió el mordaz analista político Alfredo Pinoargote, ya fallecido.
Al día siguiente, 6 de julio, Guayaquil fue el epicentro de la visita. Desde el aeropuerto José Joaquín de Olmedo atravesó la ciudad para inaugurar el Santuario de la Divina Misericordia, ubicado en el kilómetro 26 de la vía a Salinas. Allí hoy se guardan algunas de las reliquias de las visitas de ambos papas, incluido los hábitos que usaron en sendas homilías.
La siguiente escala fue el parque Samanes. Allí, bajo un sol abrasador, más de medio millón de fieles asistieron a una misa centrada en la familia, “la iglesia doméstica”, como la llamó Francisco. El templete, adornado con el Cristo del Consuelo, una imagen de Santa María Madre de Guayaquil y un solio papal inspirado en una silla manteño-huancavilca, reflejaba la identidad local. Durante el recorrido previo a la misa, que hizo en medio de la multitud, una anciana en silla de ruedas logró captar su atención; el Papa detuvo el papamóvil, bajó y le besó la frente, desatando aplausos y lágrimas.
Tras la liturgia, Francisco se dirigió al colegio Javier, un lugar especial para él. Allí almorzó con 22 jesuitas y se reencontró con su amigo, el padre Francisco Cortés, conocido como “Padre Paquito”, un sacerdote español de 91 años radicado en Ecuador y que falleció en 2018.
El encuentro, solicitado expresamente por el Papa, fue íntimo y emotivo. “Le preguntaré por qué se ha acordado de mí”, dijo Paquito a la prensa antes de la visita. Bergoglio, quien conoció al sacerdote en 1981 cuando era provincial jesuita en Argentina, compartió un momento de oración y risas, recordando los días en que jóvenes jesuitas argentinos se formaron eclesiásticamente en ese colegio guayaquileño. “Siempre he recordado su bondad y su entrega”, le dijo Francisco, mostrando su lado más personal y afectuoso. Esta reunión privada se convirtió en una de las imágenes más entrañables de la visita.
De regreso en Quito, el 7 de julio, el Parque Bicentenario acogió otra misa multitudinaria. Vistazo lo reseñó así: “Miles de ecuatorianos de todos los rincones del Ecuador y gente de los vecinos países pasaron una fría noche en el Parque Bicentenario a la espera de la misa papal. Hubo quienes llevaron carpas; otros simplemente se las arreglaron con cobijas y plásticos. Todos esperaban ver y escuchar el mensaje de Francisco; y hacer sus plegarias. ´Basta con que el Papa venga al Ecuador ya es un mensaje de misericordia, un milagro para los ecuatorianos´, dijo un hombre con la imagen de Jesús crucificado”.
Esa homilía fue la más grande concentración realizada en toda la historia de Quito, que pudo haber reunido a 900 mil personas. En el mismo lugar donde funcionó el aeropuerto sobre la tierra que 30 años antes besó Juan Pablo II, Francisco llamó a la unidad y al diálogo, criticando a las élites y recordando que “el proselitismo es una caricatura de la evangelización”.
Por la noche, visitó el Palacio de Carondelet, donde Correa lo recibió con bombos y platillos. Aunque el encuentro fue breve, el Presidente intentó nuevamente alinear el mensaje papal con su Revolución Ciudadana, lo que recrudeció las críticas por politización.
El 8 de julio, antes de partir a Bolivia en un avión enviado por el presidente de ese país, Evo Morales, Francisco visitó a las Hermanas Misioneras de la Caridad en Tumbaco y se reunió con el clero en el Santuario de El Quinche.
“Luchen por la inclusión a todos los niveles”, exhortó, dejando un eco de esperanza. “Les alento con la propuesta de un servicio permanente, total y gratuito, agradecido por el don recibido, impulsado por el amor al prójimo y por la alegría de llevar la buena noticia a todos. Les propuso el ejemplo de la Madre de Jesús. El ambiente era respetuoso, el humor fácil, los suspiros subían al aire”, se leyó en Vistazo.
En total, Francisco movilizó a unas tres millones de personas en 13 actos diferentes.
El eco perdura
“El más importante mensaje del Papa Francisco a los ecuatorianos fue la propia persona del Papa. La coherencia entre sus palabras y comportamiento. La ternura con los desvalidos: niños, ancianos, personas con discapacidad. Su obsesión por los descartados. Su cólera contra el sistema de descarte. Su fortaleza. Su mirada penetrante. Su humor. Su serena devoción. Su lenguaje corporal…”, escribió Simón Espinosa en Vistazo.
La visita dejó interpretaciones que variaron según las perspectivas. Fausto Trávez, arzobispo de Quito y presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, afirmó a El Universo que: “Esta visita es para cultivar las virtudes de la gente y no para politizar su presencia”, subrayando el enfoque pastoral sobre cualquier agenda política.
Por su parte, el exsecretario de la Administración (1990-1992), Gonzalo Ortiz Crespo, en el portal Plan V, reflexionó sobre el uso político del evento y señaló que “el intento de apropiación de su figura fue evidente, pero su mensaje trascendió esas intenciones”.
Para Santiago Roldós, director de teatro y columnista político en Vistazo, “permítanme acogerme a la objeción de conciencia, y no contarme entre los críticos del gobierno que celebran las jaladitas de orejas públicas que Bergoglio le hizo al –“sólo ante el comunity manager de Jehová”- mansito cordero de Correa: “Si Dios es la esperanza de nuestra democracia, servidos estamos”.
Han pasado casi diez años desde aquel viento que jugó con el solideo de Francisco en el aeropuerto. Ese instante fugaz como su visita, quedó grabado en la memoria ecuatoriana: un Papa que, entre gestos sencillos y palabras profundas, recordó al país que la fe y la dignidad no se negocian.
Fuente: Vistazo