Hoy, la capital celebra la fundación española. Es una de las pocas ciudades en Iberoamérica que lo hace. Sin despreciar la herencia española, este día se ha convertido en la fiesta del mestizaje. ¿Cómo nació la fiesta y qué, en verdad, celebramos? 

Por Sara Serrano Albuja. “En noches lunadas,/ cuando los chullitas/ van con sus guitarras/ donde sus citas: ¡Lindo es mi Quito!/ y cuando yo muera/ ya tendré el consuelo/ del agujerito que hay en el cielo,/ ¡verle a mi Quito!”.

Con esta canción de Los indianos y otras como Las quiteñitas o el Farrista quiteño, la guitarra de mi padre iniciaba las fiestas de Quito junto a la voz cantora de toda la familia. Era la serenata  familiar del fino humor o sal quiteña y el 40 y sus decires de “caída y limpia”, “los dos por guapo”,  “marido tiene” y el “taita y mama se fue a misa, taita y mama ha de volver…”.

Este recuerdo que muchas familias quiteñas vivieron, es más que eso: es el derecho a celebrar la pertenencia a la ciudad amada. Banderines azul granas y la famosa minga de la quiteñidad dejaban las calles relucientes antes de los festejos. ¡Quito, Quito, te quiero bonito!, cantaba una publicidad elegante.

Siendo muy niños, supimos del ‘Americanazo’ con gran tarima y baile. En la calle Río de Janeiro, de mi barrio América, la carrera de coches de madera fue el sello dorado de la fiesta con su inocente adrenalina aventurera de guambras valientes en sus veloces coches de madera y cientos de peatones expectantes.

En el ánimo de las Fiestas de Quito no estaba, de ninguna manera, festejar subyugaciones de pueblos o aplaudir la quema de Rumiñahui ante el avance de los conquistadores. Las fiestas de Quito reflejaban otro sentir, por eso resultan un tanto desgastantes las polémicas visiones extremas que denostan esta celebración y desconocen el mestizaje que subyace en nuestra sangre.

¿Cómo se iniciaron las fiestas de Quito?

Varias fuentes coinciden en señalar que en noviembre de 1958 y luego de haberse jugado una partida de 40, César Larrea, quiteño de San Sebastián y jefe de Información del extinto diario Últimas Noticias, junto a Luis Alberto ‘Potolo’ Valencia, Gonzalo Benítez y Luis Banderas hablaron de reavivar el albazo quiteño, hacer serenatas y rendir un homenaje a la ciudad.

En 1958 y 1959, todavía fue débil la convocatoria, pero en 1960 el éxito fue multitudinario, apoyado cada vez más, por el llamado del diario Últimas Noticias, los micrófonos de Radio Quito y el apoyo de la Alcaldía. Las primeras serenatas se produjeron en la hermosa Ronda.

En un folletín de Homenaje a los vecinos de La Ronda, publicado en 1967, que también cuenta con piezas literarias de Augusto Arias, Hugo Moncayo y otros, se describen estas memorias fiesteras: “El programa de festejos conmemorativos del 6 de Diciembre se inició con una misa campal, en honor de Jesús del Gran Poder, Patrono de la Fiesta de Quito, y como pregón de la misma. El acto religioso lo celebró el Reverendo Padre Francisco Fernández, de la Orden Franciscana, en la esquina de las calles Guayaquil y Morales, en donde los vecinos levantaron un altar”.

La crónica señala que fueron invitados los personeros del Comité Pro mejoras de La Ronda, las reinas del barrio y los moradores, así como la invitada de honor,  la Dra. Isabel Robalino. La Serenata Quiteña, para los vecinos de 1967 se retrata así: “El 5 de Diciembre, el barrio sobresalió entre todos los de Quito. Hubo alegría, buen humor, y derroche de gentileza para con los visitantes que desde los más apartados barrios se hicieron presentes para participar del júbilo de los rondenses”.

En las serenatas de Quito participaron el dúo Benítez y Valencia, los Barreiros, la estudiantina Santa Cecilia y otros músicos. El atrio de la Catedral fue uno de los escenarios de las serenatas. El Desfile de la Confraternidad nació en 1965; la elección de la Reina de Quito, en 1966. La fiesta se extendió durante estas décadas a cientos de barrios y se instauró la Feria de Toros, Jesús del Gran Poder.

Quito, ciudad milenaria y herencia española

En el ensayo Fundación de San Francisco de Quito, del historiador y jurista Juan Francisco Morales Suárez, se demuestra documentalmente el asentamiento milenario de Quito confirmado en obras como: ‘La ciudad inca de Quito’ o ‘Rumipamba un sitio arqueológico en el corazón de Quito’.

Sobre la intención de Benalcázar y el conocimiento que se tenía de la existencia de Quito, Morales Suárez cita a Cieza de León: “…que fue la occasion que Benalcázar tomase ánimo de intentar la demanda de Quito donde afirmavan que avía casas llenas de oro y que en tanto grado avía desde metal que lo de Cajamarca y lo del Cuzco era nada más para ser comparado con ello” “y aún decía Benalcázar que convenía mucho así a Pizarro como a todos ir a ocupar el Quito, lugar conocido y muy mentado y que por tener fama de tanta riqueza venía encaminado Dn. Pedro de Alvarado a lo descubrir…”.

La mención de Quito está también presente en las crónicas referidas a las guerras entre quiteños e incas, previas a la conquista española según refiere el historiador recogiendo la crónica de Juan Santacruz :  “…y con ellos se puso en Tumipamba que está a los términos de aquel reino, de donde envió los requerimientos acostumbrados al Rey de Quitu, que había el mismo nombre de su tierra, el cual era áspero y belicoso y temido por sus comarcanos, por su mucho poder, por el gran señorío que tenía”.

Con estas referencias, el autor relieva el perfil milenario de Quito y en páginas posteriores, los detalles de su fundación, siempre reconociendo nuestra herencia española.

Los quiteños deberíamos saber las maravillas históricas y culturales que hemos logrado; reflejadas en nuestra arquitectura, ciencias y artes, como la prolífica poesía que hace parte del modernismo quiteño, generación a la que pertenece el poeta y galeno quiteño Luis Alberto Gabela Ordóñez, del emblemático Colegio San Gabriel. Autor descrito por su heredero artístico y de sangre, el también poeta y médico Ricardo Torres Gabela que resumió así sus huellas“Dirigió también, Luis Alberto Gabela Ordóñez, el periódico mensual de literatura Hojas Dispersas a inicios del año de 1911. Este periódico publicaba en su contenido textos literarios en verso y prosa de diversos autores jóvenes ecuatorianos y extranjeros; difundió sus propios versos, los poemas de su condiscípulo colegial Arturo Borja Pérez, de Ernesto Noboa y Caamaño, de Arturo León y otros poetas (…)”.

¿Cómo festejar, pues, a este bello Quito de arte e historia magistral? Con poesía, historia y leyendas, con canelazos prudentes y partidas de 40 honramos nuestra justa celebración de identidad.

La fiesta es para el alma de Quito. ¡Viva Quito!

Fuente: La Hora

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