
Colombia y Estados Unidos están en medio de una disputa por las deportaciones masivas de migrantes.
El reciente choque entre Colombia y Estados Unidos por las deportaciones masivas ordenadas por Donald Trump pone en evidencia cómo la migración ha dejado de ser un tema humanitario para convertirse en un campo de batalla político. La decisión del presidente colombiano Gustavo Petro de rechazar aviones con deportados colombianos resalta el deterioro en las relaciones entre esos países y abre una discusión profunda sobre la dignidad humana y los límites de la política exterior.
Además, el altercado entre Petro y Trump tiene una particularidad: puede ser una proyección de lo que pasaría con el resto de países de Latinoamérica y muestra una serie de implicaciones que rebasan el ámbito migratorio e invaden los terrenos económicos, políticos e incluso el de la soberanía.
La crisis migratoria entre Colombia y Estados Unidos no es solo un problema de fronteras; es un síntoma de un sistema internacional donde la desigualdad y la falta de empatía dominan las agendas políticas.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha dejado claro que sus prioridades migratorias no han cambiado. Con más de 40 órdenes ejecutivas en pocos días, la eliminación de derechos para inmigrantes y la militarización de los vuelos de repatriación son solo algunos ejemplos del endurecimiento de su postura. Pero mientras Estados Unidos refuerza su imagen de “cero tolerancia”, países como Colombia y Ecuador intentan responder desde una posición de vulnerabilidad que no siempre encuentra eco en el ámbito internacional.
Petro ha sido contundente al afirmar que “un migrante no es un delincuente”. Su rechazo a los aviones estadounidenses con deportados es un acto de defensa soberana que busca también reivindicar el trato digno hacia sus compatriotas. Sin embargo, este desafío pone en jaque una relación histórica con Estados Unidos que, aunque compleja, ha sido estratégica en temas como el comercio y la seguridad. ¿Qué consecuencias tendrá este gesto en una América Latina ya fracturada por políticas migratorias dispares?
Por otro lado, Ecuador ha optado por un enfoque distinto. El país busca implementar programas de retorno voluntario para sus ciudadanos en situación irregular en Estados Unidos. Esta estrategia, aunque menos confrontativa, enfrenta obstáculos evidentes, como la falta de voluntad política en Washington para priorizar la regularización de los migrantes latinoamericanos.
Lo que subyace en este conflicto es una narrativa global que criminaliza a los migrantes y que encuentra en líderes como Trump su máxima expresión. Pero también pone en el centro del debate el papel de los países emisores de migrantes. ¿Hasta qué punto deben tolerar estos países el trato indigno hacia sus ciudadanos sin arriesgar sus intereses diplomáticos?
La crisis migratoria entre Colombia y Estados Unidos no es solo un problema de fronteras; es un síntoma de un sistema internacional donde la desigualdad y la falta de empatía dominan las agendas políticas. Lo que queda claro es que la migración seguirá siendo un tema en el que el discurso de la seguridad muchas veces pisotea los principios básicos de humanidad.
Fuente: El Comercio