El Gobierno del presidente Lenín Moreno se ha caracterizado por su constante alejamiento del correísmo y la reunión con Donald Trump, en Washington, proyecta un mensaje hacia la comunidad internacional. Estados Unidos vuelve a ser un socio estratégico prioritario.

Con cada año que pasa, el presidente Lenín Moreno marca más distancia con su predecesor, Rafael Correa.

En política exterior, la última visita oficial a Washington, que empezó el 11 de febrero, inauguró una nueva época en las relaciones con Estados Unidos.

La imagen de Moreno y de su homólogo Donald Trump estrechándose las manos en la Oficina Oval se convirtió en una postal poco común en la política ecuatoriana.

La última vez que algo así sucedió fue en 2002.

El Gobierno ya venía trabajando para recomponer los lazos entre ambos países y cambiar de posición en la geopolítica regional y mundial. Para lo cual el Ejecutivo tomó una serie de pasos clave:

  • Reemplazar a María Fernanda Espinosa por José Valencia al frente de la Cancillería.
  • Denunciar la falta de voluntad política del presidente venezolano Nicolás Maduro para resolver la crisis en Venezuela y alejarse de la Alianza Bolivariana para Nuestros Pueblos de América (ALBA).
  • Anunciar la salida del Ecuador de la Unión de Naciones del Sur (Unasur).
  • La renovación de la cooperación con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid).
  • La solicitud para ingresar como Estado asociado de la Alianza del Pacífico.
  • El reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela.

La gira de la comitiva ecuatoriana por Washington, que termina este 15 de febrero, es una de las acciones más sólidas en esa reorientación de la política exterior del Estado.

El presidente Lenín Moreno y su homólogo Donald Trump (centro) durante su reunión el 12 de febrero. Reuters

Adiós al sur-sur

Después de 10 años de alejamiento y desplantes con Estados Unidos y los organismos multilaterales tradicionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA), Ecuador solidifica su nueva posición en el continente.

En palabras del secretario de Gabinete, Juan Sebastián Roldán: “estamos en el camino correcto”. Y Washington lo reconoce.

Los principales funcionarios del Ejecutivo y un grupo de empresarios privados concretaron varios acuerdos y compromisos bilaterales, durante su gira de cinco días por el Distrito de Columbia.

El embajador Francisco Carrión se encargó de consolidar este acercamiento bilateral durante su gestión. Y la nueva embajadora ecuatoriana en Washington, Ivonne Baki, selló el histórico encuentro presidencial.

Además, el presidente Moreno ratificó su respaldo al Sistema Interamericano en una visita al secretario General de al OEA, Luis Almagro.

Y el Estado ecuatoriano respalda la reelección de Almagro para el cargo y no así la de la excanciller María Fernanda Espinosa.

Una visita que llega justamente después de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recomendara al Estado ecuatoriano la reparación integral de las víctimas del paro de octubre y criticara el uso excesivo de la fuerza por parte de la Policía.

Tras lo cual el Gobierno respondió que ve necesario “revisar los procedimientos” del organismo. Un comentario que recordó los tiempos correístas, en los que se buscaba modificar el Sistema entero.

Pero, como dice el mismo presidente Moreno, el papel de Ecuador puede ser determinante en el hemisferio. Y las posiciones del Ejecutivo acercan cada vez más al Estado a los países de la Alianza del Pacífico, del Grupo de Lima y de Prosur.

Dentro de esos bloques, la mayoría de miembros coincide en estar del lado de Estados Unidos en la región. Lo que puede inclinar, a su vez, la balanza de la geopolítica mundial.

Entre tres gigantes

Si bien la geopolítica global es compleja y depende de muchos matices, la relación entre Rusia, China y Estados Unidos ha tomado un nuevo rumbo y esto influye en el continente.

Sin embargo, con el desmoronamiento de los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI y la reaparición de las fuerzas conservadoras en América, tanto la Casa Blanca como el Kremlin apuestan a sus relaciones diplomáticas en Latinoamérica.

Ninguno quiere que Venezuela llegue a definirse como aliada del otro. Trump respalda a Guaidó, con los socios políticos locales que ha ido ganando, entre ellos Ecuador. Y Vladimir Putin se niega a dejar solo a Nicolás Maduro.

En medio de todo esto también está China. Durante el apogeo de los gobiernos de izquierda en América Latina, Pekín desplazó comercial y financieramente a Estados Unidos.

Las inversiones chinas invadieron sectores clave en muchos países: energía, minería, infraestructura, telecomunicaciones, hidrocarburos, hidroeléctrica, industria automotriz, tecnología, agricultura e incluso el turismo.

A esto deben sumarse los acuerdos comerciales y los créditos. La estrategia consiguió, desde 2013, incorporar a varios países de la región a la “nueva ruta de la seda”: Panamá, Uruguay, Ecuador, Venezuela, Chile, Uruguay, Bolivia, Costa Rica, Cuba y Perú.

Así, las tres potencias mundiales tienen sus ojos puestos en la región. Y Ecuador está en la lista de aquellos que se alejan de Moscú y Pekín para acercarse a su socio estratégico histórico: Washington.

Fuente: Primicias.ec

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